Cordelería Baras: historia de cuerdas, fuego y encierros en una industria ahora convertida en solar

El terreno que ocupara la fábrica fundada en 1922 en el camino de Rubín, que llegó a tener 170 trabajadores y sufrió dos incendios, se prepara para acoger un centenar de viviendas

El terreno que ocupara Cordelería Baras, ahora vallado y con el antiguo edificio ya demolido por completo.

El terreno que ocupara Cordelería Baras, ahora vallado y con el antiguo edificio ya demolido por completo. / Ángel González

Un solar vallado y carteles anunciando las bondades del centenar de viviendas que allí se van a construir son ahora la imagen de lo que, en otros tiempos, fuera el complejo de instalaciones de Cordelería Baras. Una de esas firmas que marcaron la intensa realidad industrial de la zona oeste y que, como otras muchas, ahora solo son un recuerdo en la memoria de los mayores de La Calzada y luego solo serán un capítulo en los libros de historia local. Septiembre de 1922 es la fecha de fundación de una empresa con raíces catalanas que se ubicó en el camino de Rubín y que aguantó hasta finales de los años ochenta del siglo pasado. Aunque con un final agónico marcado por dos incendios e importantes problemas laborales. 

Cordelería Baras llegó a Gijón desde Barcelona de la mano de la familia Villemur. Fue Juan Villemur Fabregat, nieto del fundador, quien acabó llevando las riendas de una empresa que, en sus mejores tiempos, dio trabajo a 170 personas. Una gran mayoría de ese personal eran mujeres. ¿Y qué se hacía en Cordelería Baras? Un anuncio publicado en la prensa local en 1958 lo explica con un doble mensaje al destacar en una parte de la publicación su dedicación a la «fabricación de toda clase de hilos y cordelería con fibras duras» y en otra «la fabricación de lonas y confección de toldos y encerados». 

Una vista del edificio que albergó Cordelería Baras.

Una vista del edificio que albergó Cordelería Baras. / Recal

La vinculación de la empresa con el barrio se dejó sentir de manera especial en 1975 cuando la firma cedió 6.619,87 metros cuadrados de su terreno al Ayuntamiento para la construcción de una escuela. Es el actual colegio Miguel de Cervantes. Curiosamente, la ya desaparecida Cordelería Baras volverá a ser punto de apoyo para el colegio ya que en la operación urbanística que se tramita en el Ayuntamiento incluye una parcela de 2.970 metros cuadrados para espacio libre público, de los cuales casi 1.400 son zonas verdes, 331 servirán para dar acceso al colegio y 1.254 de espacio libre público adicional. También se genera una superficie de equipamiento público de 1.905 metros cuadrados anexa al colegio y una de 1.403 para cesión de viales. El colegio podrá tirar de parte de ese suelo si en algún momento necesita ir a una ampliación.

En los últimos años de vida de Cordelería Baras el fuego tuvo un protagonismo especial. Dos fueron los incendios que sufrieron sus instalaciones. El primero en septiembre de 1978. Nueve horas estuvieron bomberos de Gijón, Oviedo y la entonces Ensidesa luchando contra las llamas de un incendio que destruyó gran parte del complejo y dejó daños valorados en más de 300 millones de pesetas.  Casi 400, según algunas de las crónicas periodísticas de la época. El segundo incendio tuvo lugar en abril de 1983. En esta ocasión los daños estuvieron entre los 40 y los 100 millones de pesetas. 

Bomberos durante el incendio de los años setenta.

Bomberos durante el incendio de los años setenta. / Foto César

Además de los incendios, los años sesenta y ochenta fueron años de gran conflictividad laboral en una Cordelería Baras que no se escapó de la realidad que sufría el Gijón más industrial, y que se padeció con especial virulencia en la zona oeste gijonesa. Todavía hay quien recuerda aquel junio de 1979 con trabajadores de diversas empresas encerrados en las iglesias. Treinta trabajadores de la cordelería pasaron días recluidos en la iglesia de Fátima. Las manifestaciones de trabajadores eran el pan nuestro de cada día.

Pero el final de la empresa llegaría con el final de la década de los ochenta. En septiembre de 1987 solicitaba en el juzgado la declaración de suspensión de pagos presentando un activo de 286 millones de pesetas y un pasivo de 260 millones. La actividad se centraba entonces en la fabricación de cuerdas de nylon y poliéster. Su mayor producción era para agricultura donde la competencia de Portugal con precios más bajos fue todo un golpe para la empresa gijonesa, entonces con solo 43 empleados. El fin definitivo se alcanzó en 1989 y eso que el entonces Ministerio de Industria y Energía (MINER) había seleccionado a Cordelería Baras para participar en el proyecto «Halios» para producir con nuevas tecnologías material para los buques pesqueros. Nada pudo salvar a Cordelería Baras. Cuerdas, cordeles y redes son el pasado. El futuro lo marcan dos torres de pisos. 

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