Opinión
La intrahistoria del Ateneo Obrero de La Calzada
Una trayectoria admirablemente fértil, influyente y perdurable

Entrada del Ateneo de La Calzada. / Luisma Murias
El término intrahistoria tiene distintas connotaciones: Miguel de Unamuno usó el término para referirse a la vida tradicional o “tradición eterna” que sirve de decorado a la historia en sí y a la historia de los personajes cotidianos, el pueblo llano, que es quien verdaderamente construye la historia y hace avanzar al mundo. Al pueblo llano también recurrió Benito Pérez Galdós para escuchar a la gente y escribir los episodios que tanto le sirvieron para universal sus obras y deleitar al mundo avanzado.
El Ateneo Obrero de La Calzada a lo largo de sus 120 años de historia ha sido admirablemente fértil, influyente y perdurable tanto qué, a mi entender, debería atribuírsele también el término intrahistoria al formar parte de la sociedad (el pueblo llano) como decoro en el fomento de la enseñanza y la cultura entre la clase obrera para facilitar a sus socios todas aquellas distracciones honestas y civilizadoras que incidiesen al desarrollo general de su inteligencia y perfeccionamiento moral y laboral.
Desde su constitución en el año 1904 mantuvo la característica de concebir a través de destacados mecenas (Antonio Camino Díaz) y sociedades educativas (Los Laboratorios, la más antigua que se conoce en La Calzada) que la capacidad de leer y escribir era elemento fundamental e irrenunciable para que el obrerismo de la zona oeste compaginara positivamente su tiempo de ocio y el trabajo en la fábrica. Salvando todo lo salvable, ese ejemplo, todavía se manifiesta en la actualidad, pero con un movimiento cultural y vecinal quizás más engrasado y mejor organizado, pero muy distinto de aquel. El Ateneo alberga aún a varias asociaciones y fundaciones con historia o “intrahistoria” como base de un pasado de uso creativo del tiempo libre (Asociación de Vecinos, Gijón Industrial, Fundación Municipal de Cultura, Biblioteca, etcétera).
Con independencia de que esos espacios de sociabilidad conformaran el modo de ser de los vecinos tipo (bibliotecas, cines, bailes) la propia calle y los chigres se convirtieron en aliados, pues ellos fueron también centros de acogida de todo tipo y de ocio de las clases populares de La Calzada a comienzos del siglo pasado.
La propia historia del Ateneo centrada en ese instante subraya la importancia de los bares en la historia coral del barrio o de deportes como la natación, el fútbol, la llave y los bolos. Por tanto, en el barrio de La Calzada –al igual que en el resto- la calle se definía como un espacio de todos, abierto a todos los ciudadanos. O sea, toda una cultura popular como pista de aterrizaje de calle de la que muchos hoy sentimos nostalgia.
Cabe destacar que mientras en ateneos, asociaciones educativas y centros culturales había mujeres (pocas y nunca en las juntas directivas), su presencia en los chigres estaba vetada por la intransigencia popular machista de la época. La mujer tuvo que esperar al periodo republicano para comenzar a ser visible en la sociedad. Durante dicho periodo tuvieron una importancia muy grande en España, también en Gijón y en sus barrios, los concursos de belleza femenina. Es cierto que con carácter menos relumbrante a lo que vino después, sin embargo, servían de disculpa para reunirse, divertirse, bailar y, tras ellos, elegir a la chica más guapa del barrio que solía recaer en una trabajadora de alguna fábrica o taller de costura de las muchas que poblaban el barrio de La Calzada. Como referentes de multitudes asociados a este tipo de ocio festivo lo eran La Figar, Salón Bombay y el Parque de Venecia en Veriña.
Por esas fechas también es de destacar (1940) que el cine Natahoyo se mantuvo casi inactivo como sala de cine y, sin embargo, fue salón de baile, centro teatral, local para espectáculos de variedades e incluso lugar de entrenamiento y competición para boxeadores del barrio. El edifico estuvo abierto, con estas variedades y como cine, desde el 5 de noviembre de 1932 hasta el 28 de febrero de 1972, a partir de ese día permaneció cerrado hasta su derribo en octubre de 1997. ("Historia del Ateneo Obrero de La Calzada", de Luis Miguel Piñera).
En este repaso a la intrahistoria del Ateneo Obrero de La Calzada en sus dependencias amén de los espacios educativos y sociedades culturales ya referenciados se desarrolló la denominada Escuela de La Caridad que surgió como feliz idea de unos obreros del barrio de fundar una institución de esa naturaleza apenas inaugurado el siglo XX. Algunas fábricas y el Ayuntamiento aportaron ayuda económica para echarla a andar. Al igual que sucedía en otras escuelas de este tipo, La Caridad tenía clases nocturnas para obreros. Clases que, en este caso, impartía el técnico de la Trefilería Gijonesa -después de la guerra civil usada como recinto militar- Alfredo Hevia, quien poco tiempo después se convertiría en el primer presidente del Ateneo Obrero de La Calzada.
Cuenta la historia que la inauguración de la escuela fue un día de regocijo para el barrio, siendo el encargado de declarar abierto el curso de instrucción primaria el secretario de La Caridad, Casimiro Quirós. Casimiro fue padre de otro hombre emblemático, todo un símbolo (añado imborrable) para la cultura popular en La Calzada, fallecido en los primeros días del siglo XXI: Luis Quirós Álvarez. La Escuela de La Caridad fue, por tanto, un producto genuino del barrio oeste.
Repasar la historia es importante para que la memoria siga viva y presente. Es una forma de que los más jóvenes conozcan el pasado y, por supuesto, los pilares básicos sobre los que se forjó la construcción del barrio que hoy conocen con el objetivo puesto en que no quede en el olvido. Necesaria para que no pierdan el pensamiento imprescindible que los conecte con lo que un día fuimos y hoy somos.
“Porque las cosas no se hacen solas, y porque los golpes de la adversidad son amargos, pero nunca son estériles, un grupo de personas, conscientes de la realidad social en la que vivían, deciden constituirse en un grupo organizado, que decididamente, desde un compromiso solidario, tratan de mejorar el barrio”. Palabras de Luis Manuel Flórez, "Floro", en su intervención en el acto de entrega del galardón Manuel Hevia Carriles a la asociación Alfonso Camín de la Calzada el 12 de marzo de 2009 otorgado por Iniciativas Deportivas y Culturales de La Calzada que presidía otro peso pesado -adoptivo- de la intrahistoria del barrio como lo fue Rufino Ballesteros con él que, en mi opinión, las asociaciones de rango vecinal, cultural, coral y especialmente las deportivas estarán en deuda con su persona hasta que no se haga efectivo el reconocimiento personal que se merece.
Ahora que cobra actualidad personalizar con nombres propios las puertas de los estadios de futbol y de pabellones deportivos mayor razón para que la pista de hockey de La Algodonera que Rufino Ballesteros recuperó para la práctica, promoción y competición de este deporte pionero y hoy referencia nacional e internacional, le premie con su nombre en lugar destacado y visible.
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