Opinión | Añoralgias
Tráiganle a Groucho el niño
Tardamos tres años en reparar un puentín de madera sobre el curso del Piles en el parque fluvial, que era cosa de cambiar cuatro tablones. No es de extrañar que Ovidio de la Roza fíe a cinco o seis años vista tener operativo el reconsiderado acceso a El Musel por Aboño. Tiene mucha mili el presidente de la patronal del transporte por carretera, así que le costaría lo que a un concursante de "Cifras y Letras" calcular en plazos de obra el modismo "priorización progresiva", que la Consejería de Fomento utiliza en su retomada conexión con el puerto gijonés, abriendo este mágico 2025 de las infraestructuras pendientes.
"Humanizar la avenida Principe de Asturias" —terminología evocadora, casi poética, en la lírica de nuestras administraciones públicas— destaca entre los objetivos del plan que el Principado propone y defenderá ante el Ministerio. Humanizar suena a cambiar camiones por personas, y que entre verde y arbolado parezca Cuatro Caminos un cuadro de El Bosco, pero significa que el trasiego camionero entre el puerto y las autopistas se reconduciría por Aboño y Veriña hasta el enlace de Lloreda. Tras el chasco del túnel de Jove suena a "solución Eureka" (si se dignan aliviarle a Carreño la infamia ambiental de El Empalme), pero a ver cómo explicas que se trata de volver a 2017, cuando el Ministerio empezó a desdoblar la carretera entre LLoreda y Veriña, que meses más tarde abandonaría tras una supuesta chapuza en el planeamiento. Regreso a la casilla de salida al cabo de ocho años, aunque en total suman unos treinta (suspiro profundo aquí) lo que hemos tardado en interpretar un plano. Era haber cogido uno de Gijón y Carreño, apuntar al oeste de la Campa Torres y deducir que Aboño es la opción menos mala para dar a El Musel una entrada y salida razonable al tráfico pesado. "Incluso un niño de cinco años podría entenderlo" —graznaría Groucho Marx, antes de espetar: "¡Que me traigan un niño de cinco años!"
Delante de un plano de carreteras, hasta el niño de Groucho entendería que 1.500 camiones diarios atufando Príncipe de Asturias durante décadas es un escarnio; no mucho mayor que malgastar tiempo y dinero en un nuevo vial por Jove o resolver el asunto perforando un túnel, en plan niño rico. Hablando de túneles, si hoy le enseñaras a un niño el de Aboño no lo iba a entender del todo. Preguntaría quién fue el fino estratega responsable de su cierre indefinido, hace ya doce años, y el humorista encargado de anunciar ahora lo que costaría reabrirlo en tiempo y dinero. Más los preceptivos dos huevos duros.
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