Opinión

El proyecto de la nueva Casa de Cultura en La Calzada

En el año 1974, la Asociación Cabezas de Familia (hoy Alfonso Camín) se marca un nuevo reto: dotar al barrio de una Casa de Cultura en La Calzada acorde al crecimiento y actividad que demanda el vecindario. El viejo Ateneo, obsoleto, está muy deteriorado por el uso al que fue sometido y, por tanto, empieza a crecer la conciencia de que es necesario un nuevo equipamiento que responda a las demandas vecinales del momento.

Cabe destacar que el primer ayuntamiento democrático de la ciudad, a través de la Fundación Municipal de Cultura, venía colaborando abiertamente con la directiva vecinal en base a la concesión de diversas subvenciones para reparaciones parciales del centro social y el mantenimiento de los diversos talleres y artes plásticas.

Viendo que las reparaciones no dan para más se plantea desde la comisión de cultura vecinal, presidida por Armanda Barredo Rúa, el objetivo de una nueva construcción integral. Con ese propósito se inician las gestiones y reuniones pertinentes encaminadas a solicitar al Ayuntamiento la confección de un proyecto de Casa de Cultura, que, en principio, se plantea de cuatro plantas y en el mismo solar que acoge al viejo Ateneo. La respuesta de la Corporación Municipal, presidida por José Manuel Palacio, es positiva.

Bajo esa premisa la Asociación Cabezas de Familia se manifiesta de forma decidida a sacar adelante el nuevo proyecto de edificabilidad  construible en la parcela así como liderar el mantenimiento íntegro de todas las asociaciones inquilinas reconocidas apoyándose en el argumento de que el local que en su día fue levantado con el esfuerzo de los vecinos de La Calzada, pasará a ser una casa de la cultura por y para el barrio, sede de todas las actividades sociales, culturales y deportivas de La Calzada, debiendo la Asociación de Cabezas de Familia asumir el papel representativo de acuerdo con las demás entidades.

Esta decisión da lugar, a partir del año reseñado, al inicio de un amplio debate entre los distintos foros del barrio sobre el futuro del vetusto edificio. El periodista Fariña, desde "La Hoja del Lunes", lo expresa en 1978, con suficiente claridad. “Hoy, el viejo Ateneo, que llegó a albergar últimamente entre sus paredes hasta seis sociedades (Cabezas de Familia, Coro Asturiano de La Calzada, Gijón Industrial, Club Ciclista La Calzada, Peña Taurina Paco Camino y Club Juvenil de Cabezas de Familia), se cae de viejo, clamando a voz en grito por la construcción de un nuevo edificio”.

En anterior artículo ya me referí a la controversia discrepante sobrevenida por el carácter de edificabilidad a dar a la parcela del nuevo edificio en cuanto al uso y adaptación del inmueble. En juego estaban, de un lado, las necesidades culturales exigidas por las asociaciones y, de otro, el interés promocional para uso de viviendas. A este interés promocional le salen otros competidores: La Caja de Ahorros y la Seguridad Social quisieron también apropiarse del edificio para instalar sucursales en el mismo solar, pero la oposición vecinal liderada por Cabezas de Familia, fue tajante y clara con el objetivo.  El contenido del edificio no iba a renunciar a sus fines primitivos: servir de foro cultural al barrio como oferta amplia, variada y consolidada.

Es importante resaltar que sobre el solar que ocupaba el antiguo Ateneo se podían levantar cuatro alturas, pero al tratarse de un edificio cultural, la ley permitía cinco plantas. Se parte, desde un principio, de dotarlo del mayor tamaño posible, es decir, cinco plantas, sótano y bajo cubierta.

Por tanto, iniciados los contactos, da lugar a un primer proyecto municipal de tres plantas para vivienda, sótano para garaje y dos plantas para las asociaciones. La razón municipal para este planteamiento era sufragar, con la venta de los pisos, los altos costes del edificio. Obviamente, la asociación Cabezas de Familia, muestra su absoluto desacuerdo con el planteamiento técnico-municipal y se reafirma en la contrapropuesta de exigir el uso socio cultural en exclusiva. La esencia de la cultura que recubre las viejas paredes no puede quedar reducida a escombros sin continuidad de reconstrucción de la demanda.

Muy a menudo comprobamos hechos de personas que pasan desapercibidas por lo que aportaron a la sociedad y no es justo que así sea. Personas a las que no se les presta atención a pesar de que cumplen con la tarea con la que se han comprometido sin buscar especial reconocimiento hacia su persona. Afortunadamente la historia del Ateneo de La Calzada se edifica sobre personas que lo han dado todo en beneficio del barrio sin escatimar esfuerzo y sin guardarse nada para ellos. Hoy quiero sacar de la sombra del olvido a la persona que más se significó para que el Ateneo Obrero de La Calzada no se transformase en edificio inmobiliario y mantuviese su actual arquitectura sobre pilares de formación sociocultural manteniendo el equilibrio continuista entre el pasado y el presente.

Armanda Barredo Rúa no puede permancer a la sombra de quien hizo posible esta historia a base de tenacidad. Armanda fue presidenta de la Asociación Alfonso Camín tras relevar en el cargo a José Picos. Fue la primera mujer presidenta de la citada asociación en un momento clave, como el que se reseña, para la historia de la propia asociación y para la del barrio, aquél en el que se culminan las gestiones para el derribo del viejo Ateneo de La Calzada y el inicio de la construcción del actual. Armanda, en su época y manera, desactivó el freno como tenaza de bloqueo hacia la ocupación responsable de cargos a la mujer en igualdad al hombre.

A ella y a sus compañeros de junta directiva les correspondió negociar con el Ayuntamiento la decisión de construcción y la definición de la morfología del edificio como estructura interna. Si en las últimas décadas, el barrio y vecindario de La Calzada puede disponer de una moderna Casa de Cultura, integrada en la red municipal, que ha respondido y responde a las demandas ciudadanas, se debe en gran medida a Armanda Barredo Rúa y al trabajo decidido y coherente de los miembros de la junta directiva que presidió al conseguir que las entidades asociativas que ocupaban espacio en el viejo centro ateneísta retomaran la actividad en la nueva infraestructura sociocultural pilotada por la asociación vecinal.

Por lo tanto, de manera lamentable, Armanda forma parte de esa clase de personas cultas y comprometidas que fallecen sin que casi nadie se interesa por sacar a la luz su testamento. Solemos reaccionar a destiempo para acceder a los lujos que han crecido y se han creado a nuestro alrededor.

Afortunadamente, siempre aparece un momento o una ocasión para sacar a relucir las virtudes del personaje y reconstruir esa parte de su identidad para que no se la coma la historia. Armanda Barredo Rúa nos dejó el legado marcado por las cualidades de su carácter: formación, dedicación y resolución.

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