Opinión

Chapuza tras chapuza

El informe ambiental que el Ministerio de transportes envía al de Transición ecológica para que autorice el desdoblamiento del tramo Lloreda-Veriña es una chapuza difícil de explicar. Según informa este diario, faltan diez informes básicos y tiene multitud de errores, alguno tan elemental como no indicar una alternativa viable o tan incongruente como decir en un apartado que la obra generará un excedente de tierra para acto seguido decir que será necesario proveerse de tierra dada su carencia. Este desdoblamiento es imprescindible para planificar los accesos a El Musel. Cuando se descartó el túnel soterrado se intentó calmar los ánimos prometiendo una alternativa a corto plazo. Sonaba a blanqueo, a parar el golpe y luego veríamos. Van por ese camino, los errores de Transportes, voluntarios o no, conllevan volver al principio y justifican nuevos retrasos, la chapuza ministerial servirá de coartada para que las cosas sigan como están, sin túnel y con un problema de salud que estudios fiables señalan como acelerador de trescientas muertes anuales.

A medida que se van conociendo datos de la fallida ampliación de Cabueñes, se ve que desde el principio estaba condenada al fracaso; a los problemas ya conocidos se suman la falta de unas fincas imprescindibles, o errores en el proyecto que impiden su ejecución, hay además demandas judiciales de las que nadie había hablado, que amenazan con eternizar el problema. También inundaciones que pueden dar al traste con lo poco ya hecho. Otra chapuza impresentable que retrasa sine die una ampliación imprescindible.

Después de años y en plena campaña de declaración de Patrimonio mundial, reparan la cúpula de la iglesia de la Laboral. La obra se recibió en setiembre, seis meses después, la iglesia sigue cerrada y los antiguos alumnos, claves en las obras de rehabilitación, denuncian la caída de tejas mientras el Principado habla de problemas con la pintura y filtraciones. Es otra chapuza.

La relación de obras municipales que incumplen plazos, con sobrecostes o desperfectos notables, es interminable, pozos de tormentas, avenidas de Pablo Iglesias o El Molinón, Calderón de la Barca...

Con independencia de la administración contratante, y del tamaño de la obra, hemos asimilado demoras, desperfectos y sobrecostes como norma, y se nos escapa que cambian las empresas contratantes pero no los apellidos en sus consejos de administración.

Las chapuzas de administración y empresas matan dos pájaros de un tiro, abren puertas a la corrupción y nos venden el falso mantra de que la iniciativa privada es más eficaz que la pública. O tres, también colocan a los suyos.

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