Opinión
Tal día como hoy
Hace cinco años, tal día como hoy, los centros educativos de Asturias y toda España cerraban sus puertas. Era viernes. Muchas personas empezaban a sospechar que aquello que se veía en los medios que estaba arrinconando a gran parte del planeta había llegado a nuestro país. Fue el preludio de lo que iba a pasar al día siguiente.
Cuesta repasar todo lo que ocurrió a lo largo de los 98 días que duró un confinamiento que nos situó frente al espejo para mostrar la verdadera vulnerabilidad y fragilidad que nos rodea. Es difícil extraer aprendizajes de momentos históricos que todo el mundo intenta olvidar. Pero si algo nos enseña la historia, es que esta no puede ser invisibilizada.
Esos días fueron complejos para muchas personas, difíciles para otras tantas y terribles para todas aquellas que sufrieron pérdidas personales. No podemos obviar estos pequeños matices que contextualizan la magnitud de una tragedia. Pasado ya un tiempo, uno tiene la sensación de que el respeto que se merece todo lo sucedido forma parte del olvido.
En aquellas semanas algunas personas descubrieron la gran cantidad de sufrimiento que vive oculto tras la fachada performativa de una sociedad que piensa que todo va bien. Se decretó un confinamiento que nos obligaba a quedarnos en nuestras casas, obviando que había personas que no tenían casa. Se permitió bajar a supermercados y tiendas para llenar neveras y despensas, salvo a aquellas personas que no tenían dinero para comprar. Se incentivaban iniciativas para disfrutar del hogar, menos para aquellas personas que su hogar era un infierno.
Más allá del componente sanitario y económico de la pandemia, la realidad social irrumpió despertando a muchas personas y administraciones que parecían banalizar los datos previos a la pandemia. Datos que ya mostraban una realidad desigual y dura para muchísimas personas y familias.
En ese contexto tocó ayudar, colaborar, incidir… las horas del día se quedaban cortas para atender todo lo que la privacidad de los hogares ocultaba. Grupos de ayuda, entidades, voluntariado, profesionales… todo el mundo arrimó el hombro con un mismo fin: no perder la capacidad humana de ayudarnos, de no dejar (o intentarlo al menos) a nadie atrás.
Recuerdo con cierto resquemor ahora (cierta ilusión en aquellos días) la frase que más resonaba desde los balcones, redes, reuniones, medios de comunicación: saldremos mejores. Íbamos a aprender de todo aquello. Íbamos a cambiar, refundar, reconstruir tantas cosas que vimos que eran mejorables, que era imposible no ilusionarse. Llegó la desescalada, la tan ansiada vuelta a la normalidad. Y así ocurrió. Volvió la normalidad. Cuan promesa de año nuevo, ese saldremos mejores se asemejó a la cuota que muchas personas pagan en enero para ir al gimnasio. Hoy duele mirar la realidad y admitir que no salimos mejores; más bien todo lo contrario.
Suscríbete para seguir leyendo
- Mazazo para Manu pierde a su querida rival del rosco en la silla azul de Pasapalabra : 'Ha sido un placer tenerte con nosotros
- Vía libre para la apertura de un gran supermercado en Oviedo: 3.000 metros cuadrados y parking propio
- El senegalés que llegó en cayuco, ahora es informático y se siente un asturiano más: 'Rechazar a los menores migrantes es falta de cultura
- Adiós a la azafata de La ruleta de la suerte, que abandona el programa: 'Me siento afortunada de ser parte de esta historia donde fui muy feliz
- Está a escasos diez kilómetros de Piedras Blancas y es una joya botánica: el increíble bosque de ribera que pocos conocen
- El triste adiós a un mítico local de copas de Gijón: impagos y colchones en su interior
- Corte total en una de las carreteras más transitadas del oriente de Asturias: así se desviará el tráfico
- Manu se sincera en su adiós en Pasapalabra y se despide: “Va a ser muy duro no teneros