Opinión | Añoralgias

Ecos de un feliz centenario

Era el "dumping" de los astilleros coreanos que iba a hundir nuestra industria naval, venida a menos e incapaz de competir en costes de producción con el emergente mercado asiático, globalización mediante. Fue durante un tiempo la cantinela oficial que justificaba el declive de Naval Gijón; los penúltimos coletazos de un sector antaño floreciente en la bahía, hasta que la factoría de El Natahoyo echó el cierre en 2009, al cabo de una desastrosa gestión empresarial que al erario público le saldría por más de 150 millones de euros a desembolsar, entre indemnizaciones, ayudas y coberturas al desempleo.

Cómo íbamos a competir con Corea construyendo barcos, nos contaban 16 años antes del centenario que Astilleros Gondán acaba de celebrar con el vecindario de Castropol sintiéndose partícipe de una fiesta popular. Con la factoría de Figueras en su mejor momento de competitividad en un sector industrial de máxima exigencia, en constante innovación tecnológica. Con el ingeniero local Álvaro Platero al frente, contento sin presumir; sin haber renunciado en más de 40 años a las raíces familiares de la empresa que en 1925 fundara su propio abuelo.

"Gondán es un ejemplo de innovación, transformación y talento", definió en el acto institucional del centenario la presidenta de la FADE, María Calvo, que acaba de renovar al frente de la patronal asturiana. Continuidad alentadora de quien también heredara las riendas de una empresa de bien ganado prestigio y la apariencia de fiabilidad que confieren la sensatez, el tacto y los buenos modales. Tan dignos de valorar en estos tiempos de sectarismo casi grotesco escalando la vida pública y la política en particular.

En el astillero de Figueras en fiesta conmemorativa vio Pablo Junceda, director general adjunto del Banco Sabadell, escenario propicio para abrazar la generalización: "Los grandes héroes de este país y de Asturias son los empresarios". En Gijón había advertido la víspera: "Que el mayor crecimiento de la economía se concentre en el sector público tiene serias consecuencias", tres días antes del apagón en el que rescatamos la radio a pilas, nos vino a la cabeza el impuesto al sol y supimos que la cerveza en el barril se mantiene fría en pleno cero energético. Ese lunes insólito del que tantos objetores del mítico "es el mercado, amigo" salimos convencidos de que un servicio público esencial en manos de gigantes empresariales, que a la vez están pendientes de la cotización bursátil, es como repicar y andar en la procesión.

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