Opinión

Maribel Lugilde

Cascancia azul

Tiene un punto cinematográfico, como una secuela de "Los lunes al sol", de Fernando León de Aranoa, que Naval Gijón, escenario de un conflicto laboral que forma parte de la historia reciente de nuestra ciudad, sea ahora campo de batalla político. Una pugna que parece heredera de las de entonces, aquellos encierros o cierres patronales -según el caso- interminables con los que convivimos en El Natahoyo, derrochando la transigencia y naturalidad que sólo un barrio obrero posee.

Está a punto de finalizar el plazo de los órdagos cruzados, que mutuamente se han dado Ayuntamiento de Gijón y Autoridad Portuaria. El primero, para que se cumpla lo pactado en un acuerdo anterior; la otra, para que el Ayuntamiento se avenga a negociar los términos del mismo. Todo alrededor de la titularidad final para la franja del futuro Naval Azul que limita con la mar y que ya podemos bautizar como la franja de la discordia.

Cuando algún día la paseemos, andaremos en esa feliz ignorancia del disfrute de lo común sin intención alguna de indagar la situación jurídica o administrativa de lo pisado. Nos dará igual si son metros comprados, cedidos o compartidos. Y estaremos agradecidos de que ciertas disputas lejanas se resolvieran a tiempo para mirar la mar casi tocándola, que es una de las bellezas imprescindibles de la vida. Sólo una ciudad costera lo sabe.

Pero ese día aún no ha llegado. Lo que tenemos hoy es un proyecto prometido, acariciado y promocionado hasta en la iluminación navideña… pero atascado. Y como de proyectos atascados ya andamos sobrados en nuestra ciudad, empezamos a temernos la próxima cascancia -gracias, llingua asturiana- por agotamiento de anuncios y desmentidos, travesía estéril legislatura tras otra, enrevesamiento y pérdida del hilo argumental del debate. Por favor, esta vez no.

Confieso que soy incapaz de identificar quién tiene la razón en este asunto. Pero, como decía mi adorada Floren, profesora de francés y de la vida, la verdad está hecha de “verdadinas”. Así que cada parte con su verdadina o sus razones, póngase a dialogar con la otra, que tiene las suyas, y hagan ambas demostración de capacidad negociadora, que el algún apartado de la nómina tiene que estar pagado esto: saber llegar a acuerdos para evitar que los conflictos se eternicen.

Miro las naves decrépitas de Naval Gijón, los diques secos de actividad. De vez en cuando, personal de vigilancia se adentra en el perímetro, que parece retener los ecos, ora de aquella actividad frenética para sacar de la nada un barco, ora de las refriegas, con los trabajadores encaramados a los muros en fuego cruzado con los antidisturbios. Cuánto hemos vivido.

En el barrio andamos ilusionados con lo que puede ser ese espacio de disfrute y de dinamización económica. ¿De verdad nos van a embarrancar también esta esperanza?

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