Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión

Algo más que una comisaría

La memoria nos lleva a la plaza del Carmen con un guardia urbano, si no es una ensoñación de infancia, estaba apostado en el centro, recordamos algún que otro regalo les dejaban al pie de su lugar de trabajo, era Navidad. No es imaginario, que en los buzones hasta el cartero depositaba su mensaje: "El cartero les desea feliz Navidad", el fin estaba en el aguinaldo. Un padrino de bautismo guardia urbano llevaba el bar de la comisaría con su esposa en la cocina. El abuelo, con gorra plato y galón de cabo, posaba delgadín como un suspiro en el pórtico del ayuntamiento al lado del comandante y su vara de mando, un comisario de época.

La hoy Policía Local deja vacía una larga historia del edificio que fue cuartel de bomberos en primera instancia, en la calle Hermanos Felgueroso ambos cuerpos compartieron muchos años de servicio a la ciudadanía.

Mientras los agentes tiraban del "Libretina", así llamado a un guardia muy popular en Gijón que emitía multas por no cumplir las ordenanzas, el cuerpo de bomberos servían samaritanos 24 horas, celebrando San Juan de Dios con los gijoneses, incluía exhibición con sus habilidades cruzando el río en tirolina en trepa horizontal, o rapelando cabeza abajo con aquellos mosquetones de hierro colgados del cinturón, y cuando no o azotándose por la torre de maniobras hasta la lona de rescate que les rebotaba.

Aunque exento y en parte racionalista, el que fue originalmente parque de bomberos y escuela infantil albergó a la policía local, algún alcalde de época entendió debería estar juntos. Era el portón de salida de los camiones lugar de encuentro para la ciudadanía, tanta que "Bomberos" simbolizaba punto de referencia para quedar, todo el que pasaba tenía algo que preguntar, siempre abiertas las puertas custodiadas por el telefonista y el guarda parque, de donde salió toda una saga de bomberos de la familia Valdés.

Ahora, la Policía Local, como quien estrena un traje de boda, ejercen custodios de los jueces tras su mudanza, nada que ver cuando los bomberos salieron del antiguo parque por piernas, en 1987, con lo puesto a una nave vacía de Roces como un desahucio. Es nuestra historia de Gijón recogida en sendos libros, incluye fotos tras el bombardeo desde la costa en los años de la guerra civil, que solo aguantó en pie la torre. Tras la reconstrucción, se consolidó la comunidad de policías y bomberos, siempre tan de la mano en las actuaciones.

Siendo tan llamativa la moderna comisaría, el continente debe ser proporcional al contenido, de modo que la ciudadanía siga percibiendo una policía de proximidad, cercana y no tanto resignada a contener los desmanes del tráfico.

Si a un hermano se le hace un regalo tan preciado como la espectacular comisaría de la policía local, lo suyo será que en igual proporción y por derecho se haga lo mismo con los bomberos, que de ellos era originalmente el ahora desierto edificio diseñado por los arquitectos Avelino Díaz y Fernández Omaña. A ver.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents