Opinión | Tormenta de ideas
Mirar para otro lado
Ha vuelto a pasar. Esta vez ha sido Sandra, que, como muchas otras, acudía al psicólogo porque no podía abordar ese miedo ella sola. Desgraciadamente, ya no me extraña. Lo estoy viendo a diario, cada día más, y cada día los ataques son más crueles. Las redes sociales amplifican el dolor. Ya no es solo en el cole. Cuando llegas a casa siguen llegando fotos, mensajes, todo sigue igual. Los padres se desesperan porque, aunque acudan al centro a denunciar, pocas veces les hacen caso. Se limitan a dar excusas, incluso muchas veces a decir que quizás la culpa la tenga el menor acosado porque no tiene habilidades sociales o porque es muy movido y a veces que su forma de ser es peculiar… Todo porque es difícil asumir las culpas y, por supuesto, las consecuencias. No quieren emprender un protocolo que está más que hecho, pero que muy pocas veces he visto que se aplique.
Sabemos que a veces los padres ni siquiera lo saben. Acuden a nosotros, los profesionales, porque han bajado el rendimiento, no duerme bien o están insoportables en casa. Les he visto llorar cuando les decimos que llevan sufriendo el bullying muchos años, y es entonces cuando recuerdan que al principio el niño algo les contaba, pero que nadie le dio importancia. Incluso comentan que han ido al centro por si veían algo y que por supuesto todo estaba bien. Cuando meses después, o incluso años, son conscientes, es entonces, como en el caso de Sandra, cuando acuden al centro con el informe que entregamos, pero no es fácil que desde el colegio hagan algo, aunque he de decir que alguno me ha sorprendido… Pero jamás hay expulsiones ni problemas graves para los acosadores. Lo más fácil y lo que suelen hacer esos padres absolutamente desorientados es cambiar al acosado de centro, sin saber que el acoso va con él, con ella, pegado a su alma, a su cabeza, alentado por las malditas redes sociales.
Lo que hicieron en el caso de esta pobre niña es separar de su clase a las acosadoras. No fueron capaces de aplicar el protocolo, de tener la empatía y la seguridad de que iban a seguir haciéndolo. Hay recreo, hay baños, entradas y salidas del cole. ¿De verdad se imaginaron que con eso se arreglaba? Nadie fue capaz de ver que esa niña sufría. Todavía falta mucho para que entendamos lo que es el bullying. Los que sobreviven, hay miles que lo están haciendo, tienen secuelas psicológicas gravísimas que tenemos que abordar a veces años después. Es un daño irreparable. Pero es mejor mirar para otro lado.
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