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Otra maldita tarde de domingo

Deja tu odio aquí

El medio construye el miedo y le da forma, pero también desune

Habíamos pactado siete amigos y yo el reto de encontrar un sistema para que el género humano estuviera unido. Éramos tres poetas, tres cantantes, dos biólogas y dos gatos en torno a varias copas de vino, en el silencio de la noche. Comenzamos por Sabino Arana, padre del nacionalismo vasco, para plantear el problema: "Si nuestros invasores -véase España- aprendieran el euskera tendríamos que abandonar éste, archivando cuidadosamente su gramática y su diccionario, y dedicándonos a hablar el ruso, el noruego o cualquier otro idioma desconocido para ellos." La lengua, ya sea escrita o hablada, no sería por tanto un fundamento de cohesión, sino de excusa para la dispersión social. Descubrimos que incluso el lenguaje de signos tenía hasta setenta variantes en todo el mundo, de modo que lo que aquí se dice podría ser malentendido en otro lugar, como si alzamos el pulgar en Rusia o Cerdeña, que no equivale a "bien hecho" sino a un insulto. Con todo, concluimos que también podría darse un nacionalismo no verbal de generalizarse el sistema. Y desistimos.

Partiendo de que todo objeto lleva a la discordia por el medio en que se produce, empezamos a valorar qué escenarios se podrían dar en nuestro nacionalismo intrínseco. Resultaron ser dos: el tangible (la vida) y el inevitable (la muerte). Y nos dimos cuenta de que también aquí habría lucha, porque este honor patriótico en el más allá se concretaba en religiones y sectas que habíamos creado a lo largo de los tiempos. Para demostrar que medio físico y proyección espiritual están ampliamente unidos, alguien se detuvo en el mito de la creación del mundo en Oceanía, donde se creyó durante mucho tiempo que todo era obra de un pulpo; como evidencia de la tensa sintonía entre vida y muerte recordamos a Escrivá de Balaguer, padre del Opus Dei, en su clásico Camino: "San Francisco de Asís se revolcó en la nieve, San Benito se arrojó a un zarzal, San Bernardo se zambulló en un estanque helado? y tú, ¿qué vas a hacer?". El medio construye el miedo y le da forma, pero también desune. Y hablamos de guerras de religión.

Los diez concluimos que siempre existiría el nacionalismo, hasta que alguien dio con el remedio. Parece ser que se está creando una aplicación -aún en fase beta- que se llamará "hater", con el único fin de unir perfiles en base a odios comunes. Uno se registrará, seleccionará qué rasgos odia más en las personas y la máquina hará el resto. La raza humana estará finalmente unida, por todo lo que detesta. Y entendimos que habíamos hallado la mejor de las comunicaciones, mientras seguimos bebiendo vino en el silencio de la noche, en vez de cambiar el mundo.

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