Los recientes y celebrados éxitos en el tratamiento del ADN con las CRISPRs, una técnica basada en un comando "encuentra y reemplaza" -un especie de "copia y pega"-, términos tomados de los archivos informáticos para los tratamientos de textos, plantean serios interrogantes a la Bioética por cuanto en la cadena ADN se pueden sustituir teóricamente los elementos defectuosos por sanos. Este fue el tema de la Conferencia que impartió en el Ateneo Jovellanos en colaboración con la SIBI, Lluis Montoliu, investigador del CSIC y miembro del Centro Nacional de Biotecnología, gran admirador del científico español Francis Mogica, según él, próximo premio Nobel por sus investigaciones sobre las CRISPR (repeticiones regularmente espaciadas) que suponen un herramienta muy importante para el tratamiento de las enfermedades de origen genético.

La bioética es una disciplina transversal que une biología, medicina y ética-moral, por lo tanto es mucho más que una actividad puramente cultural a la que se puede sumar cualquier institución puramente recreativa y/o cultural que pueda tener como función una labor meramente divulgativa.

En relación con el campo fundamental que investigan la biología y la medicina, principalmente la vida humana, con todos los retos que presentan los nuevos avances científicos, relacionados con las nuevas técnicas de reproducción artificial, clonación, manipulación y congelación, investigación de la células troncales, trasplantes de órganos y largo etc., abren posibilidades que suscitan desconcierto y perplejidad incluso entre los investigadores de esta novísima especialidad. La bioética aborda también los temas de la pobreza, y todo lo que está relacionado con el medio ambiente y cambio climático, como ha analizado el Papa Francisco en su encíclica "Laudato, Si".

No faltan expertos que cuestionan que todo lo que sea posible científica y técnicamente, sea provechoso y beneficioso para los seres humanos y para la sociedad. No es de extrañar que la bioética sea una de las disciplinas más importantes y desarrolladas, porque es una obviedad que todo lo que puede ser posible científicamente no pude justificarse desde la perspectiva ético-moral.

Es una falacia propia del pensamiento único, políticamente correcto y con claros ribetes laicistas afirmar que en las cuestiones de bioética nada tiene que ver la teología o la religión. La bioética tiene un claro matiz interdisciplinar. La moral cristiana, por ejemplo, asume el esfuerzo que suscita el progreso científico, que es visto a la luz del Evangelio y de la experiencia humana, es decir a través de la revelación bíblica. La Iglesia siempre se ha pronunciado con rigor, seriedad y solvencia sobre la problemática que plantea y analiza la bioética. No se puede silenciar, por tanto, su voz por prejuicios acientíficos y sectarios.