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Sinhogarismo

La necesidad de nombrar para visibilizar y la realidad invisible de quienes duermen al raso

Si las buenas gentes de Mar de Niebla pretendían obligarnos a bajar de la nube de marketing prenavideño en la que andamos inmersos y aterrizar en la realidad de quien no tiene quien le cante un "vuelve a casa vuelve", conmigo lo han conseguido. Antes de tener noticia de la campaña de siluetas de cartón simulando personas sintecho repartidas por Gijón con motivo del Día de las Personas Sin Hogar, yo me tropecé con una de ellas en los alrededores de La Laboral. Más tarde me hice con la visión global de lo que era aquello pero en el momento hube de prestar toda mi atención para entender.

Quiso el destino que acabara de ver el anuncio de los grandes almacenes británicos John Lewis que simula un flashback en la vida de Elton John al llevarnos -perdón por el spoiler- hasta el piano que le regalaron de niño en casa una navidad y que fue el punto de partida de su genio musical. Pues bien, después del "me gusta" en el anuncio compartido y con las últimas notas al piano de "Your Song" sonando en mi cabeza, se cruzó en mi camino la silueta de cartón tumbada sobre la acera, sujeta a una farola, al lado de una marquesina.

Creo que actué exactamente tal y como habían previsto quienes idearon la campaña. Primero leí la historia -supuse que real- de la mujer viuda sin recursos a la que paulatinamente la vida arrastra hasta la calle; entendí que la silueta era ella. Y después reparé en el otro documento adherido al cartón y que contenía un cuadro resumen del sinhogarismo en Gijón.

Me quedé con la cifra -255 personas durmieron al raso en 2017 en nuestra ciudad- y retuve la palabra: sinhogarismo. Google me dijo al instante que "es un neologismo válido que significa condición de la persona sin hogar", según Fundéu, el magnífico Departamento del Español Urgente de la Agencia EFE. La Real Academia de La Lengua, sin embargo, aún no tiene noticia; no ofrece resultados en la búsqueda y brinda como alternativa la palabra "hogar" pero el término nuevo describe precisamente el desamparo total de quien no dispone de un lugar al que regresar.

No obstante, es posible que en breve espacio de tiempo la palabra pase a formar parte de la gran familia de 88.000 términos del diccionario de la RAE. Ya ocurrió con "aporofobia", concepto creado por la filósofa Adela Cortina para describir la aversión a las personas pobres. Fundéu la eligió palabra del año en 2017 por su presencia en la actualidad informativa. En los dos años anteriores había destacado los términos "refugiado" y "populismo". Estoy deseando conocer la decisión para el cierre de 2018.

Ya ven, las palabras surgen aparentemente como pequeños hitos aislados pero vistas con cierta perspectiva van trazando el rumbo de nuestra sociedad: singogarismo, aporofobia, refugiado, populismo... Porque necesitamos, casi siempre con cierta urgencia, palabras para biennombrar -ésta me he inventado yo- nuestra realidad cambiante o la que obstinadamente no cambia por mucho que pretendamos civilizarnos.

Lo cierto es que ya disponemos de un término para ese hecho perturbador en nuestra sociedad del bienestar pretendido: cuando todas y todos regresamos a casa para cerrar el día en nuestro espacio cómplice hay quienes se quedan de puertas afuera de todo, en la orfandad fría, oscura y amenazante de la noche. Quizás evoquen el hogar que perdieron o quizás sueñen con uno donde sus vidas puedan hacer un flashback, como el del anuncio, sólo que esta vez con la oportunidad de, sabiendo lo que hoy saben, reparar su propio pasado para ser nombradas de otra forma en el presente.

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