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De relatores y otras historias

El problema catalán, que cuenta con muchas aristas, se resuelve con diálogo, no a las bravas

"Si la economía y la sociedad española no aguantan una subida del salario mínimo a 900 euros es que son una economía y una sociedad de mierda. Si el constitucionalismo español y sus proclamas de diálogo y paz no aguantan a un relator, sería aplicable lo dicho para el salario mínimo". Lo escribe Pedro de Silva en una de sus aportaciones diarias a la portada de este periódico.

No se puede ser ni más claro ni más conciso. Relatores, mediadores, notarios o como queramos llamarlos los ha habido siempre. Los utilizó el Partido Popular cuando Aznar negoció con ETA, a la que denominaba Movimiento de Liberación Vasco y los utilizó Rajoy con ETA y con los secesionistas catalanes siempre que fue necesario. Que lo hicieran subrepticiamente, con poca luz y pocos taquígrafos es posible, pero los utilizaron.

En este caso, además, cuando se habló por primera vez de esta figura, se justificó por las distintas versiones que de las reuniones habidas daban las partes implicadas, versiones que en muchos casos se contradecían, sembrando mas desconcierto al desconcierto . Se trataba simplemente de elegir a una persona, aceptada por las dos partes, que diera una versión oficial de lo tratado en la reunión y de las conclusiones a las que se hubiera llegado, evitando malos entendidos que bien capitalizados por una u otra parte pudieran dar réditos no merecidos.

A partir de ahí el ruido mediático, los deseos de venganza de los barones socialistas derrotados por Pedro Sánchez y sobre todo la carrera a tumba abierta de Casado por los votos de la extrema derecha, han hecho el resto.

La retirada de la propuesta del relator por parte de Pedro Sánchez confirma la necesidad de esa figura en este caso. Los motivos para esta renuncia fueron explicados en un sentido por el gobierno y en el contrario por el Govern, y así "ad infinitum".

Porque en el fondo, volvemos a lo de siempre, envolviéndose en la bandera y en la unidad de España, lo que unos y otros defienden son su status y sus privilegios.

Que con el historial que tienen detrás Felipe González o Alfonso Guerra, vengan a pontificar y a dar lecciones de dignidad y patriotismo chirría, pero es lo que se puede esperar de quienes aún no han digerido que un recién llegado les plantara cara y pese a los revolcones iniciales acabara siendo califa en lugar del califa. De sus barones, aquellos que medraron a la sombra de los sevillanos sin más esfuerzo que el hacer de palmeros, no se puede esperar otra cosa, no dan para más. Que Casado, presidente del partido campeón de la corrupción, que utilizó fondos públicos hasta para sus fiestas, nos hable de patriotismo chirría tanto como la pareja de sevillanos. ¿Dónde estaba el patriotismo de unos y otros cuando esquilmaban las arcas públicas? A lo mejor es que una cosa es el Estado y otra la Patria.

El problema catalán es complicado, tiene más de una capa, y la exterior -la del independentismo- no es la más grave. Hasta que salió a la luz la corrupción de Convergencia, los partidarios de la independencia apenas llegaban en las encuestas al treinta por ciento. Por debajo subyacen otras capas que son las que realmente interesan a los pocos que tienen acceso a los puestos que dan el poder. Que la explosión independentista surgiera al tiempo que se judicializaba lo del 3% no es casual. Que partidos que nunca fueron independentistas desaparecieran para refundarse en otros que sí lo son y además visceralmente, no es ninguna casualidad, es una acción pensada para que el espíritu nacional tape otras cosas. El espíritu nacional, convenientemente agitado hace milagros y crea adhesiones inquebrantables.

Tampoco es casualidad la discreción con la que se lleva el "caso Pujol". No. no hay casualidades, todo está orquestado y la aplicación del 155 ya demostró que no es la solución. Hay que hablar, hay que negociar, hay que desenredar la enorme madeja que se ha ido haciendo y al mismo tiempo esperar que la justicia de un acelerón y ponga a unos cuantos en su sitio, y no me refiero sólo a los presos independentistas.

Y las manifestaciones. En Oviedo había unas mil personas. En Asturias hay una veintena de municipios que tienen alrededor de mil habitantes o menos, recomiendo a los organizadores que la próxima vez convoquen en uno de estos Ayuntamientos, no serán más, pero parecerán muchos.

En Madrid, tres cuartos de lo mismo, los eufemismos empleados por la prensa afín para evitar hablar en sus titulares del número de asistentes son el mejor certificado de su fracaso: "Decenas de miles", "Elecciones ya", "Pinchazo de Sánchez", "Miles de personas" o el "España" del monárquico fueron los titulares de los principales medios de difusión nacional. Malabarismos para evitar decir la cifra real.

Para terminar, la ya mas candidata al Principado que alcaldesa de Gijón, en el centro de la foto de fin de fiesta. Creo que ella o sus asesores se han equivocado y el error puede costarles muy caro. Cada uno elige sus compañeros de viaje, pero que no se olvide de aquello de "dime con quién andas y te diré quién eres".

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