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Repensar las ciudades en tiempos de pandemia

La densidad de población como el peor escenario posible para los rebrotes del coronavirus

Hace pocos días leía en un artículo una idea que respondía a lo que se está llamando nueva normalidad. Decía que ha llegado la hora de imaginar una ciudad desde cero. Si hay algo en lo que coinciden tanto los urbanistas como los sanitarios es que no podemos volver a ver concentraciones masivas de gente a hora punta en el transporte público o kilómetros de calles asfaltadas con aceras estrechas y sin un solo árbol. La densidad poblacional es sin duda, el peor escenario para los rebrotes. Un reciente estudio situaba a Xixón en el top 5 de las ciudades con mayor posibilidad de rebrotes, especialmente debido a la concentración de población en el distrito Centro y en El Llano. El Centro tiene una densidad de población de 30.500 habitantes por cada kilómetro cuadrado; mientras que en El Llano se dispara hasta los 39.000.

Una de las medidas de prevención más repetidas estos días es lo que se ha denominado como distanciamiento social, por cierto, que las palabras nunca son inocentes. ¿Por qué no llamarle distanciamiento físico que es realmente de lo que se trata? ¿Acaso además de permanecer alejados físicamente tenemos que hacerlo socialmente? Uno de los aspectos más positivos de esta pandemia han sido las redes de solidaridad que han surgido, a pesar de permanecer aislados cada cual en su domicilio. Las redes sociales de apoyo mutuo se han desarrollado por doquier para apoyar a quienes más lo necesitan; la empatía de los aplausos diarios ha provocado que, al fin, conozcamos un poco mejor a nuestros vecinos y vecinas, así que podríamos decir que más que distanciamiento una cara de la enfermedad ha sido un mayor acercamiento social. Hablemos pues con propiedad y promovamos el distanciamiento físico, no el social.

De lo que se trata en definitiva, es de mantener la distancia mínima de dos metros entre personas no convivientes y no hace falta ser urbanista para mirar nuestras calles y saber, que en muchas de ellas las aceras no llegan a los 80 cm. Por tanto, claro que debemos imaginar nuestras ciudades desde cero. No es la primera vez en la historia que las enfermedades hacen avanzar el diseño de las ciudades. La tuberculosis, por ejemplo, provocó cambios en la forma de edificar con espacios más higiénicos, aumentando el tamaño de las viviendas o mejorando la ventilación o la luz del sol. La ciudad sana del futuro vuelve a poner sobre la mesa el debate sobre las ciudades compactas, ciudades que "presentan una estructura y trama urbana cohesionada socialmente, que genera espacios de sociabilidad, crea un territorio con cercanía a los servicios, propicia el encuentro de actividades y permite el desarrollo de la vida en comunidad". Xixón dispone de una buena red descentralizada de servicios para el desarrollo de este tipo de reconfiguración de la vida, pero escasean espacios abiertos y aceras amplias para los niveles de concentración poblacional que hay, sobretodo como hemos visto en la zona Centro.

Aprovechar esta nueva realidad que nos pone delante la historia implica tomar decisiones valientes y sobre todo, cambiar el paradigma de nuestras ciudades. Algunos veníamos insistiendo antes de la pandemia, pero parece que ahora ya no hay ni más tiempo ni más disculpas para no hacerlo, es cuestión de supervivencia.

Necesitamos pues, replantearnos la construcción de nuevas viviendas en una zona, la zona centro, cuya densidad poblacional ya nos convierte en una bomba de relojería para futuros escenarios sanitarios. Si a esto le sumamos que las últimas noticias sobre la ubicación de la estación intermodal parecen hacer que se replantee todo el proyecto, aprovechemos la ocasión para evitar que un espacio público verde y abierto se convierta en más hormigón, en más densidad poblacional, en más riesgo sanitario.

Y por qué no, si las obras apuntan a como mínimo al 2023, siendo optimistas, pensemos en que hay muchas hectáreas que ahora mismo están desaprovechadas y cubiertas de maleza, un paseo por los puentes de Carlos Marx y del parque de Moreda bastan para observar cuanto espacio verde podríamos estar paseando y disfrutando ya mismo, pero no, lleva años secuestrado para no hacer nada en él. Un espacio muerto en el centro de la ciudad mientras demasiadas personas nos hacinamos paseando por estrechas aceras, ese espacio debería abrirse y acondicionarse mínimamente para el paseo, aunque sea solo temporalmente.

De nuevo, encima de la mesa la toma de decisiones sobre el futuro de nuestra ciudad, sobre qué modelo de ciudad vamos construir para afrontar los retos de una nueva realidad que, si una cosa nos ha dejado clara, es que la salud de las personas debe estar en primer término como preocupación principal de los poderes públicos.

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