Es opinión extendida que a los vivos no se les debe dedicar calles ni plazas porque aún están a tiempo de tirar por la borda sus méritos (esta consigna es válida también para algunos muertos). Pero, una vez otorgado el honor, deben justificarse debidamente los motivos para revocárselo. Y ahí está el meollo del debate sobre la decisión de cambiarle el nombre que le dieron anteriores socialistas a la avenida de Juan Carlos I. Si se trata de una cuestión ideológica, la izquierda gijonesa no tiene más que decirlo y sumar su amplia mayoría, renunciando al consenso. Más difícil tendrá explicarlo desde un plano moral, porque entonces abriría la caja de Pandora del callejero. E imposible, por el momento, desde un enfoque judicial. Lo que ha quedado claro es que Ana González no piensa igual en esta polémica que el presidente del Gobierno.