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Filippo Priore

Cocidos al baño maría

Sobre el cierre perimetral de Gijón y la seguridad en las aulas

Sumergida aún en el desconcierto, nuestra por desgracia más vírica que nunca villa marinera, después de que el Presidente más tuitero del otrora Reino de Asturias, decretase el cierre perimetral de la ciudad, amparándose en unos criterios que es de suponer habrán venido propuestos por expertos reales y no fantasmas, toda la región ha quedado ahora cerrada a cal y canto de cara al resto de comunidades autónomas. 

A fuerza de ser honestos, esto último no es tampoco que represente una gran novedad para los asturianos, habituados a vivir en un paraíso natural cuyas vías de acceso, por tierra, mar o aire, nunca se han caracterizado por ser precisamente fluidas. 

Hablando de fluidos o de líquidos, y si me permiten la comparación, esta última medida tomada por el Gobierno regional, hace que en Gijón (al igual que Oviedo o Avilés), sus ciudadanos se sientan poco menos que cocidos al baño maría. Ya se sabe: a fuego lento en el interior de un pequeño recipiente (perímetro en este caso), dentro de uno mayor, colmado éste de agua, que de manera inexorable acaba por alcanzar la ebullición. 

Veremos a ver si antes de llegar a ese punto, la hasta ahora paciente ciudadanía, harta de tantos mensajes contradictorios y de tantos errores encadenados, no decide tomar la sartén por el mango.

Quienes empiezan a estar más que cansados son los padres y los profesores de muchos colegios asturianos, que ven cómo el protocolo establecido desde la consejería de Educación no está siendo tan efectivo de puertas adentro, como se pretende dar la imagen de cara a la galería.

De tal modo que la pregunta que podemos hacernos es muy sencilla: ¿Son de verdad seguras las aulas? Pues si les soy sincero, y a tenor de casos reales que me han hecho llegar personas cercanas, diría que sí lo son en parte, es más por mérito de la responsabilidad y conciencia social, nuevamente de padres y personal docente, que del protocolo de marras. 

No es de recibo así que a escolares de padres que han dado positivo se les retrase la realización de la correspondiente PCR hasta tres o incluso más días. La consecuencia es que si esos niños diesen luego positivo, pero sus padres hubieran decidido, por sentido común, no enviarles al colegio hasta que no les practicasen la prueba y tener el resultado, según el famoso protocolo, el aula no estaría obligada a cerrarse, al no haber estado en contacto estrecho el niño en cuestión con sus compañeros. Y esto está ocurriendo; se lo aseguro: tenemos aulas donde el virus se cuece también a fuego lento. Al baño maría. 

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