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Filippo Priore

Confinados por la ignorancia

Sobre la falta de sentido común para combatir la pandemia sanitaria

Con cada vez más papeletas para que el próximo sorteo extraordinario de la Lotería Nacional de Navidad lo veamos encerrados en nuestros hogares, siempre menos dulces, cuando la mayor y única dulzura es poder salir o entrar en ellos libremente, y mientras escuchemos el cantar de los números agraciados, por parte unos niños de San Ildefonso provistos de mascarillas, nos preguntaremos con cada “¡mil euros!”, cómo diantres hemos llegado a semejante situación, en la que cientos de miles de personas, incluido el protagonista del famoso anuncio de turrones, no podrán volver a casa por Navidad.

Y la explicación es tan simple como real: el mal de muchos nunca puede servir como consuelo de nadie, ni siquiera de los tontos; por lo que con independencia de que en otros países estén igual o peor que aquí, es innegable que, como si fuéramos a bordo de un Titanic, nos hemos tenido que enfrentar al mayor iceberg que jamás haya surcado los mares por los que navegan nuestras vidas, con una pandilla de botarates al timón.

Ignorantes que han ignorado, valga la redundancia, infinidad de artículos y estudios a los que tenían acceso a través de Google como cualquier hijo de vecino, como al que hacían referencia a finales de septiembre un grupo de científicos españoles, para indicarle a Fernando Simón, lo inexacto de sus afirmaciones en referencia a que no existía evidencia científica de que el coronavirus se transmitiese a través de los aerosoles, esas diminutas partículas que emitimos al respirar.

Pues como al final, hasta un ignorante se ha de rendir a la evidencia, y aunque aquí no se cumpla del todo aquello de que más vale tarde que nunca, pues entremedias siguen muriendo personas, el Gobierno de España no tuvo más remedio que reconocer hace poco más de un mes, la transmisión por aerosoles del coronavirus, pero sin que nadie por ello se pusiera ni medio colorado. Igual porque a alguno todavía le duraba el broceado estivo.

De esta manera, algo tan vital para la lucha eficaz contra la pandemia, ha sido obviado durante meses, a la hora de determinar las medidas y las restricciones a las que ahora nos vemos sometidos, siendo alguna de estas manifiestamente inútiles, como (y que nadie piense con ello que voy de negacionista por la vida) el uso de mascarillas en espacios abiertos, donde se puede mantener sin ningún tipo de problema la distancia de seguridad.

Aquí la clave está en la dichosa ventilación de los espacios cerrados. Pero no en esa consistente en abrir una ventana aquí y una puerta allá, pues con esta no hacemos sino crear corrientes por las que el virus vuela con sendas guadañas por alas. Es pura y simple Mecánica de Fluidos. Pero cómo pedirle conocimientos en la materia a quienes no saben ni qué es la mecánica ni qué los fluidos.

¡Señores políticos! Déjense de matar moscas a cañonazos, que aquí quienes están muriendo no son insectos sino personas. Apliquen de una vez el sentido común, implanten medidas lógicas y céntrense en los verdaderos focos de transmisión: reuniones entre familiares (incluyendo la convivencia en cada hogar) o amigos (en lugares de ocio o gimnasios, por ejemplo), colegios y residencias de ancianos.

Pero se hace muy difícil de creer que quienes a duras penas nos libraron de la primera ola, vayan ahora a ser capaces de salvarnos de esta segunda, cuando además la ciudadanía más responsable está al borde de la insurrección. Sería seguro también esta responsable y respetando aquellos protocolos de seguridad que sí funcionan contra la pandemia. Porque contra la ignorancia de quienes deciden, acaba siempre por sublevarse la fuerza de la razón.

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