El colapso en las ayudas municipales al fútbol base es una zancadilla a decenas de clubes con una función comunitaria que va mucho más allá de formar y descubrir a extremos o mediapuntas. Porque estas entidades, casi siempre sostenidas sobre los hombros altruistas de meros aficionados al deporte que dedican parte de su tiempo a tramitar fichas, abrir vestuarios y comprar camisetas, son parte fundamental en la socialización de centenares de niños gijoneses, que de paso se familiarizan con hábitos saludables y con valores relacionados con el compañerismo, la resiliencia y la gestión de la derrota y (especialmente) la victoria. Dejar colgados de la brocha a los más humildes justo cuando han tenido que parar su actividad por culpa de la pandemia no admite regates políticos.