Dicen que si el control de los datos es el petróleo del siglo XXI, China es hoy Arabia Saudí, pero no hace falta irse a Oriente para encontrar el sitio en el claro de una selva que genera miles de millones de dólares y euros. En ese ecosistema en el que conviven tecnológicas del tamaño de grandes saurios dispuestas a devorarse, Diego Cabezudo se mueve con la rapidez de un velociraptor, el depredador más pequeño pero más inteligente. Los diplodocus de las telecomunicaciones también habitan la nube, en la capa de cirros donde se originan los huracanes que en ocasiones hacen temblar a la economía mundial.
Que Cabezudo hijo –de padre del mismo nombre, el arquitecto gijonés también de singular talento– haya adoptado una nube como hábitat permanente no quiere decir que dormite en el limbo o se ande por las ramas. El éxito empresarial de altura se basa en que el CEO de Gigas sabe mantener los pies en el suelo por mucho que emprenda iniciativas de altos vuelos.