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Fernando Canellada

Honesta y ejemplar

El adiós que anticipa el final de una época en la ciudad

Cuca Alonso ha sido la cronista del siglo XX en Gijón. Sola y con nueve hijos. Condición ya suficiente para definir a una gran mujer y madre. A eso ha unido una trayectoria periodística y literaria sobresaliente. Su adiós anticipa el fin de una época. Cocinaba bien, escribía bien, vestía bien, hablaba bien y rezaba bien. Todo lo hacía bien. Ha muerto una mujer buena, honesta y ejemplar. Si no es de las perfectas, que no lo será, es de las mejores. Y hay algo mejor que lo perfecto: lo grande. Se ha muerto una grande. Una señora, madre y abuela, escritora de especial sensibilidad y gijonesa esencial. Era en sí misma un género periodístico. ¿Escribe Cuca? ¿Va a ir Cuca? ¿Estuvo Cuca? Preguntaban muchos ante el diario acontecer de la vida gijonesa.

En esta última hora, me gusta recordar a Cuca Alonso como entregada cronista, siempre dispuesta y cariñosa conversadora de largas veladas, de toros, ateneos, teatros e institutos. He tenido la suerte de ser testigo de sus cualidades, humanas y profesionales, tras quince intensos años de colaboración y amistad en LA NUEVA ESPAÑA de Gijón. Muchas tardes pude asombrarme de sus brillantes facultades con la pluma, de su vocación y de su entusiasmo.

Su persona irradiaba dignidad, su estilo, su porte, su mirada, su clase. Pese a la ruptura de un matrimonio de cuento de hadas, estaba decidida a ser alguien y nada se le ponía por delante en el mundo de las letras. Lo consiguió hasta convertirse en una de las grandes firmas del periodismo asturiano. Forma parte, con todo el mérito, de la cumbre gijonesa de su generación.

Pese a la urgencia de tantas crónicas, se expresaba en una prosa que con el tiempo fue modelando en un estilo propio, en el que la ingenuidad inspiradora era su chispa. Cientos de entrevistas de Cuca Alonso dejan constancia de su mejor periodismo y, por la importancia histórica de los personajes con que dialogó, conservarán siempre interés. Aunque su pasión era la novela, se la recordará por sus conversaciones y sus piezas de la vida gijonesa, unas crónicas en las que tras la periodista deja la huella de la escritora que va dentro.

De ella nos queda mucho y parte de ese legado es indestructible. Las vivencias compartidas, que atesora la hemeroteca, nos permitirán sentir que sigue con nosotros y, más aún, cuando nos encontremos con sus hijos y sus nietos en su Gijón del alma. Un beso, Cuca.

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