Que el Ayuntamiento asuma la gestión del Palacio Revillagigedo en tiempos de recesión es una quimera por los elevados costes que implicaría y porque la política cultural de la municipalidad va a girar de ahora en adelante en torno al proyecto de Tabacalera, que de por sí ya supone una inversión global de veinte millones de euros. Pero eso no implica que el gobierno local carezca de medios para reanimar al moribundo de Liberbank, que suma años de declive, casi relegado a cobertizo para mercadillos, con alguna honrosa excepción. Puede y debe hacerlo a través de su recién nombrada representante en el patronato de la Fundación Cajastur. La colaboración entre el Consistorio y la entidad financiera es la única opción viable para que uno de los edificios más destacados de Gijón recupere su esplendor más allá de la fachada.
