Querido Pepe:

No sabes cuánto te echamos de menos, cuánto bien hiciste en la parroquia de La Asunción, qué carisma tenías con mayores y pequeños. Son tantos los niños que dirigías en el coro, a los que contagiaste tu pasión por la música y durante décadas enseñaste a cantar.

Busco en mis recuerdos, qué momentos más felices los domingos, en la misa de las 11.00, la de “los niños”, cuando nos sentábamos todos los “peques” en los taburetes del coro. ¡Qué nervios si cantabas alguno de los solos! Y qué alegría cuando sonreías junto con ese guiño de ojo, asintiendo que todo había salido bien. Cuánta paz y entusiasmo transmitías. Que grandes vivencias, al finalizar las misas de Navidad, con familias enteras cantando villancicos junto a ti, nuestro maestro y querido organista. Bastaban unas panderetas y unos cascabeles para convertir ese momento en algo mágico.

Querido Pepe, tu silla está vacía y el órgano de la parroquia silencioso, jamás sonará igual, faltas tú, tu alegría, tu ilusión, tu buena disposición. ¡Cuánto te echamos de menos!

Un agradecimiento inmenso por tanto, de una de tus niñas del coro, ahora futura mamá. Descansa en paz.