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"Juan González Moriyón, una institución en la profesión", por Sonia Puente Landázuri

Una voz respetada y un buen compañero, colaborador en todo lo que era necesario

Juan es una institución dentro de la profesión. Cuesta hablar de él en pasado. Una persona muy conocida y apreciada. Por ello, también creo que son muchas las personas que podrían escribir sobre él en mi lugar. Ante la petición de LA NUEVA ESPAÑA, que quiero agradecer, intentaré expresarme con algo de orden, aunque difícil tarea un día como hoy. Muchos son los recuerdos que ahora mismo se agolpan en la cabeza, incluso atropellados.

Coincidí con él varios años en la junta de gobierno del Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias. Primero, ambos como vocales, después siendo decana. En la junta, y entre los compañeros de profesión, Juan era la voz de la razón. De esas personas a las que una acudía para pedirle su opinión en alguna cuestión de compleja solución. Sin necesidad de dar consejos, algo que, dado su carácter, no creo que le gustase. Su opinión era suficiente; tenía una gran habilidad para convertir problemas complejos en sencillos, dada su capacidad de análisis. Un maestro en transformar la dificultad en sencillez. Desmenuzaba de manera magistral los problemas, haciéndolos manejables para poder ser abordados por partes. Y esto, no era otra cosa que un fiel reflejo de su carácter. Una persona sencilla, cercana, muy cercana y honesta, que huía de los artificios y las apariencias.

A pesar de nuestra diferencia generacional, cuanto más hablábamos, más cosas nos unían de nuestro querido Gijón. Ambos vecinos del barrio de La Arena, ambos antiguos alumnos del Colegio de la Inmaculada, yo alumna del Instituto El Piles, una de sus obras, junto con Fernando Nanclares y Nieves Ruiz. Mi generación estrenó el edifico y lo recuerdo dotado de una gran practicidad y orden, como era él. En cualquier conversación surgían personas cercanas comunes, pese a que no nos conocimos personalmente hasta hace una década.

El desenlace de este domingo, tan inesperado para mí que todavía el sábado le puse un mensaje, hace de hoy un día muy triste. No me cabe ninguna duda que Juan será recordado entre sus colegas de profesión como un buen tipo, colaborador en todo lo que estuviera en sus manos. Pero, sobre todo, como una persona cariñosa que simplificaba, nunca complicaba, la vida a tu alrededor con su cariño, cercanía y saber que siempre estaba ahí, que podías contar con él. Me queda la pena de no habérselo dicho en persona.

Sé que te has ido satisfecho y rodeado del cariño de los tuyos, a los que les quiero enviar un fuerte y sentido abrazo. Uno recibe lo que da, y tú en vida has dado mucho, querido Juan. ¡Hasta luego!

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