De candente actualidad en el año nuevo sigue el coronavirus. El gobierno español ha estado desde febrero a noviembre sin pedir test PCR a quienes venían por aeropuerto de países con gran número de contagios. Desde noviembre en teoría lo exigen. En la práctica te gastas tiempo y dinero en hacerlo en Bogotá, y cuando vuelves de Colombia el domingo 3 de enero, en un control sanitario con tres personas en Barajas, te piden el código QR de declaración individual, pero no el resultado de la prueba PCR realizada en el instituto médico. No es problema de personal ni de tiempo, pues si mirar tu documentación y QR les lleva unos 30 segundos, mirar pasaporte, QR y PCR negativa les llevaría unos 40. Luego es por el criterio de no controlarlo: ¿con qué interés?
Cuando se dispare el número de contagios y muertos en enero dirán –como en marzo– que es por mala suerte o carácter pandémico. El 2021 con estos rumbos no va a ser el año de una recuperación rápida ni intensa, sino un año de complicaciones, especialmente su primer semestre. Lo fían todo a la vacunación, conseguida por las empresas norteamericanas “malvadas” (no por estado chavista alguno), y los millones a mansalva de la Alemania liberal, esa que es perversa por haber tenido prosperidad y superávits en vez de deudas y más deudas los años previos. Mientras Asturias sigue languideciendo y sus gobernantes diciendo que sí a lo que venga de Madrid, para mayor beneficio de la Cataluña separatista; aunque sea desindustrializarnos ya, que el planeta está ardiendo, con 15 centímetros de nieve a los 500 metros en nuestros pueblos este enero.