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Eloy Méndez

Taza y media

Eloy Méndez

Dos radares

La colocación de un radar es inherente al debate en torno a su utilidad. Para unos, estos dispositivos son meras cajas registradoras que engordan los ingresos públicos con la falta de sensibilidad y la nula capacidad de interpretación de cualquier robot. Y para otros, especialmente quienes los ponen, son un eficaz método de escarmentar a los que se toman a la ligera los límites de velocidad. El anuncio de que dos cinemómetros vigilarán de ahora en adelante a los conductores en las avenidas de El Llano y del Jardín Botánico ha abierto de nuevo este debate en Gijón, especialmente, entre los profesionales del volante, desde taxistas a repartidores. Tienen razón los que opinan que ninguna de las dos vías parece muy dada a la infracción grave, a tenor del número de semáforos y de la densidad de tráfico que soportan durante buena parte del día. Y que por ello, casi todos los “cazados” lo serán por saltarse mínimamente la prohibición. Pero también es cierto que, sobre el asfalto, la indulgencia suele llevar a la desgracia. Y que, al fin y al cabo, solo la teme el que la hace.

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