Buena parte de las goteras de la gestión cultural en Gijón se concentran desde hace años en la Casa Natal de Jovellanos. El centro, que está a punto de alcanzar medio siglo en funcionamiento, no es capaz de cumplir ninguna de sus dos misiones fundacionales a pesar de su poder para atraer visitantes. Sus dimensiones y, sobre todo, sus denunciadas deficiencias le impiden ser el refugio de numerosas obras relevantes de la colección municipal, que duermen el sueño de los justos en unas naves. Y tampoco se ha convertido en un lugar de intensa reflexión en torno a la vida y obra de quien le da nombre por haberse centrado en su dimensión expositiva. La frustrada reorganización de los museos no debería ser excusa para que el tiempo siga pasando como si nada por este edificio fundamental.
