La rehabilitación de la capilla de San Esteban del Mar, que acaba de recibir el visto bueno del Principado y ya solo está pendiente del permiso municipal, es una modesta actuación con enorme simbolismo, además de la justa recompensa a un empeño del Rotary Club, impulsor del proyecto en colaboración con la Compañía de Jesús. Supondrá rescatar del olvido el edificio más antiguo de Gijón, según teoría con cierto fundamento, infrautilizado y relegado demasiado tiempo. Permitirá alumbrar un centro cultural en El Natahoyo abierto a las necesidades de la ciudadanía, sin muros ni prerrogativas. Y servirá para que José María Cabezudo, María del Cobre Carballo y Pelayo Infiesta, tres jóvenes arquitectos sobrados de aptitud y actitud, dejen su impronta en unas piedras con dilatado pasado y, desde ahora, prometedor futuro.
