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Toli Morilla

Solo de trompeta

Toli Morilla

Templos de la Cultura

Sobre el cambio en la ley de Espectáculos del Principado

La cultura es lo que usted y yo hacemos cada día, no solo en lo artístico o creativo. Vivimos adentro y quizá por eso no lo vemos. El arte ha sido sagrado y desacralizado a lo largo de la historia. Vuelto a sacralizar por la cultura institucional del nuevo milenio, lo que hoy llamamos cultura se define por la acción política. Lo privado solo funciona por asociación con ésta. Los creadores reciben la oportunidad de participar en alguno de los programas organizados por los gestores de la cosa. La cultura es buena o mala según el criterio de un grupo de concejales. Los alcaldes deciden quién hace un concierto y quien no.

Se puede decir que la cultura se dirige a ser el nuevo opio del pueblo pero sin sin llegar a serlo del todo. Sin contra indicaciones, es el arma cosmética del fallido estado del bienestar. La razón de la falta de interés general se debe al desconocimiento de la historia y evolución de las artes cuando llega a nuestros templos, sin embargo, debe usted culturizarse, mineralizarse y vitaminarse con lo que le ofrecemos para entender el mundo.

Para qué se necesitan los templos de la cultura si no es sagrada. Lo sagrado sugiere algo inmutable, otra sensibilidad. Son la necesaria infraestructura para atraer la curiosidad de las masas. Los postulados de la cultura institucional se asemejan en algo a los del proletariado aunque ellos no lo sepan. Imagínese un mundo con tantos artistas como obreros hay actualmente, con sindicatos y capacidad de respuesta social, en el que la gente espera con ansia las nuevas obras de millones de artistas encerrados a jornada laboral en los centros de producción, avanzando hacia la conquista de un mundo gobernado por los gestores de la cultura y sus obreros especializados.

En origen, la Catedral de Oviedo y el Niemeyer comparten la idea de promoción de una ciudad. Aprovechando la creencia en lo sagrado de cientos de miles de feligreses, la de Oviedo. Desde la certeza de la inyección de dinero europeo, los tres núcleos de la Y construyeron sus templos de la cultura para diseñar su propia “marca de ciudad” a una distancia de veinticuatro kilómetros. Los feligreses no son necesarios. El cepillo son los presupuestos.

Cinco años después, vuelve a negociarse el cambio en la ley de espectáculos del Principado para legalizar la música en vivo en la ciudades. Esto permitiría trabajar a un buen número de músicos y promotores. ¿A qué templo iremos a rezar?

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