Han tenido que pasar 16 años, varios gobiernos y numerosos planes frustrados para que el vial de Jove se convierta en una realidad, al menos, sobre el papel. El Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana anunció esta semana la aprobación provisional del proyecto de trazado de esta vía fundamental para la ciudad, que permitirá al mismo tiempo dotar a El Musel de unos accesos dignos y librar a la zona oeste del tráfico pesado que soporta desde hace décadas, afectando a la calidad de vida de miles de vecinos. La obra, con un presupuesto de licitación de 165,8 millones, contando las expropiaciones y el desarrollo de un programa de vigilancia ambiental, está llamada además a transformar urbanísticamente un enclave muy afectado por la actividad industrial, con la creación de un bulevar por encima de un falso túnel de dos kilómetros que enlazará la glorieta de la avenida Príncipe de Asturias con el polígono industrial de la Peñona, en Veriña, cerca ya del límite con Tremañes. Y obligará a la remodelación de un puñado de calles, así como al traslado de una gran escultura de Pablo Maojo. Sus dimensiones económicas y técnicas son tan grandes como el avance social que supondrá su construcción. Pero el compromiso financiero brilla de momento por su ausencia (en los actuales Presupuestos Generales del Estado solo hay una partida de 100.000 euros). Y los precedentes en torno a este tipo de promesas no invitan al optimismo.

Aun así, el anuncio debe ser tomado como un primer paso en la buena dirección. El vial de Jove implicará, en primer lugar, una notable mejora para las conexiones de El Musel. Los transportistas podrán llegar hasta los muelles gijoneses de una forma mucho más cómoda, segura y rápida, sin necesidad de acceder al casco urbano, como ocurre en la mayoría de los puertos europeos de primer nivel. Este tráfico, el 60 por ciento del total que usará la carretera, según cálculos del Ministerio, discurrirá bajo el túnel, que contará con dos carriles de tres metros y medio cada uno, sin generar contaminación acústica ni colapsos de circulación. Un gran avance para los residentes en La Calzada, El Natahoyo, Portuarios, Pescadores, El Cerillero, Veriña y Jove. Estos gijoneses serán sin duda los más beneficiados por la infraestructura. Sus barrios se revalorizarán a todos los niveles y serán más habitables, más humanos, más acogedores.

Pero la creación de la calzada, que está previsto ejecutar en el plazo de cuatro años una vez lleguen las excavadoras, implicará también renuncias a título individual debido a las expropiaciones, que rondarán el millón de euros y afectarán a 141 parcelas. Si bien es cierto que la inmensa mayoría de los terrenos ya son públicos porque el Gobierno central los adquirió forzosamente hace años, aún quedan algunos rincones en manos de particulares, que podrían dilatar el proceso. Sería un mal menor antes de colmatar este anhelado trayecto por el que Gijón no puede esperar ni un minuto más.