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María Domínguez

Terapia de desintoxicación

Sobre desconectar de todo aquello que puede esperar, como el uso del teléfono móvil

El otro día, por la tarde, mientras caminaba en dirección al parque con mi hijo de 5 años, inconscientemente eché mano al bolso para coger el móvil. Ese dispositivo y yo siempre vamos juntos a todos los sitios, es una extensión cohesionada a mis dedos que, hasta ese momento, creía imprescindible. Me puse muy nerviosa y pensé en dar la vuelta a casa para no tener que tomar un tranquilizante. Sin darme cuenta, exterioricé en voz alta el sentimiento de desapego: ¡El móvil! ¡Olvidé el móvil! Es ahí cuando mi pequeño sonrió satisfecho a la vez que tiraba de mi mano con el fin de llegar cuanto antes al parque, mejor dicho, al lugar, al tiempo y al espacio exclusivo de los dos. Tuve que ceder ante una mirada tan tierna, inocente y sincera. Entonces, me di cuenta de cuánto me necesitaba y de cuánto lo necesitaba yo a él. Fueron un par de horas que nos sirvieron para enamorarnos de nuevo. Jugamos entre los árboles, nos manchamos con tierra mojada, me pidió impulso en el columpio para alcanzar la luna y serenó mi respiración, golpeada por el estrés, con sus besos y abrazos. ¡Al fin habíamos pasado una tarde solos! Sin grupos de WhatsApp, avisos, noticias, redes sociales, llamadas, alarmas, ni eventos. Simplemente estábamos él y yo.

Disfrutamos tanto, que al día siguiente por la mañana me dice: “Mamá, ¿cuál es el día que se queda el móvil cargando?” ¡Es increíble cuánto nos necesitan los niños, esos que un día decidimos tener para darles lo mejor y enseñarles a disfrutar de la vida! Pues de nuevo son ellos los que nos enseñan a valorar lo realmente importante y a saborear los momentos que suman.

Esa tarde fue mi primera terapia de desintoxicación, pero no será la última. A todos los que sois padres, bueno a todos los lectores, probad a dejar el móvil en casa una tarde. ¡Vais a dormir de lujo! Claro, siempre y cuando no respondáis a los cuarenta mensajes que probablemente tengáis visibles en la pantalla ni os enganchéis a una serie de esas que Netflix va sacando mientras le da a una manivela, os aseguro que hay más temporadas, digan lo que digan. Para eso siempre habrá una tarde aburrida de domingo o una noche de insomnio.

Que las nuevas tecnologías sean instrumento de información y comunicación, si dependemos de ellas hasta el punto de llevarlas al baño o a la cama, está claro que necesitaremos largas tardes de terapia a solas, en familia, con amigos, mascotas, o quizás con un buen libro, en el que para continuar leyendo, es imprescindible escuchar el característico sonido (cada vez más olvidado) que hacen las páginas al pasar. “La vida está hecha de días que no significan nada, y momentos que significan todo”. El próximo día, vuelvo a olvidar el móvil.

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