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Toli Morilla

Solo de trompeta

Toli Morilla

Liebre por gato

Sobre cómo ha cambiado la relación entre los animales domésticos y las personas

Dicen que los recuerdos de la infancia son los que permanecen con mayor claridad en nuestra mente. El verano en Nueva, del que tengo una clara diapositiva mental, me enseñó por primera vez la vida fuera de la ciudad. Un mes es tiempo suficiente para que la estancia en los lugares nos parezca una eternidad y en la infancia todo es eternidad. El sonido de la tierra sin contaminar me inducía a vivir estados de plenitud, sin yo saberlo, en los que experimentaba ciertas oleadas de misticismo cargado de preguntas. Allí tuve la primera experiencia con la muerte.

En la casa había tres gatos oficiales, por así decirlo, dos hembras y un macho. En verano las hembras parían por todas partes y los niños eramos los encargados de ir por el pueblo, con cuatro o cinco cachorros en una caja de cartón, para ver quién quería alguno. En temporada estival muchos de los cachorros encontraban acogida en las casas de los veraneantes.

Con siete años me quedé solo a cargo de mi tía abuela; mis padres vendrían en agosto. Antes de salir a repartir me advirtieron que debía de conseguir que todos los cachorros tuvieran dueño al final de la jornada o en caso contrario serían sacrificados. Asustado y nervioso me calmé pensando que tal cosa no podía ocurrir, que se trataba de una argucia para que pusiera empeño en librarme de los gatinos. Pero la mala suerte hizo que ese día dos de las crías volvieran a casa. Me temblaron las piernas recordando la advertencia. No dije nada, los escondí. No hubo suerte. Fueron localizados y a mí me encomendaron la tarea de meterlos en una bolsa de plástico y tirarlos al río. Me negué cien veces pero de alguna forma terminé por comprender, con las palabras de Piedad, mi tía abuela, que las cosas allí funcionaban así. Al atardecer, una parte de mi inocencia y dos mininos se hundieron en el arroyo dentro de una bolsa de supermercados SPAR. Juré no volver a hacerlo.

He vuelto al pueblo hace un par de años. Pasé a saludar a unos parientes y tenían dos gatos, un macho y una hembra. Charlando de todo y nada pregunté si tendrían cachorros. Con gesto de extrañeza contestan que no, que ya no funciona así, que el macho está capado y la hembra esterilizada. Visualizo la diapositiva del verano de 1970. En el audio, una voz inocente pregunta en que lado está la crueldad.

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