Al gobierno local le hacía falta una racionalización porque algunas concejalías parecían un desván, llenas de competencias agolpadas y diversas. Desde el minuto uno de mandato chirriaba que áreas como Seguridad Ciudadana y Urbanismo compartieran techo o que las políticas de participación ciudadana anduvieran repartidas por los despachos de tres ediles. Así que la separación, en el primer caso, y la concentración, en el segundo, son dos aciertos de la remodelación que acaba de acometer Ana González. Más sorprendente resulta la unificación de Bienestar Social y Educación, dos miuras que tendrá que lidiar Natalia González, gestora solvente y discreta, según el testimonio de propios y extraños. Hacerlo bien, en su caso, ha traído como consecuencia un trabajo extra.
