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David Alonso

El humo de la estación

Los constantes incumplimientos en torno al plan ferroviario de la ciudad

Escribir sobre la futura estación de trenes de nuestra ciudad es una labor de riesgo, ante el hartazgo con el que cualquier lector pueda enfrentarse a un texto más, que hable sobre esta necesidad que llevamos décadas arrastrando.

Para entender ese hartazgo, más que justificado, basta con poner un par de fechas de referencia.

El 11 de junio de 1993 en el Pleno Municipal se decide por mayoría que la futura estación pública de autobuses debe ir junto a la estación de trenes de El Humedal. Ni aún tenemos estación de autobuses, 28 años después; ni estación central. Bueno, ni nada en El Humedal.

La segunda fecha es el 6 de agosto del 2000, cuando se anuncia en la Feria de Muestras el proyecto del metrotrén de Gijón. Veintiún años después tenemos un agujero bajo tierra, ahora al menos sin agua, vacío y que ha costado casi 140 millones.

Con estos breves antecedentes, de los muchos que tiene esta historia, vayamos al lío.

Hay dos cosas sobre la estación que conviene tener claras, por un lado, que el hecho de no tener estación de trenes decente genera un enorme beneficio continuado en el tiempo al transporte por carretera, que a su vez provoca una de las mayores incoherencias en cuanto a la generación de políticas sostenibles. ¿Cómo es posible que en esta ciudad estemos dándole vueltas a la responsabilidad individual respecto a la movilidad por nuestra ciudad con los vehículos motorizados y al mismo tiempo el mayor ahuyentador de su uso como sería un servicio adecuado de ferrocarril, no digamos ya del metrotrén, siga paralizado por la inacción de los mismos políticos que exigen lo primero?

La segunda es que, a estas alturas, el debate de la ubicación es una cortina de humo. Entre todas las propuestas median 400 metros de distancia, en una ciudad que ocupa 4.000 hectáreas de superficie, estamos discutiendo por el 0,01 del territorio. Pero no merece la pena no porque no haya una ubicación mejor que otras, cosa que es incapaz de explicar ni justificar el gobierno municipal, ni este, ni el anterior, sino porque la clave por la que no se avanza no es la ubicación, es el maldito parné.

Y esa es la clave. Para hacer todo eso se necesita dinero, mucho dinero y ese dinero lo tiene que poner el Gobierno de Madrid, en una gran parte y el gobierno autonómico en la misma cuantía que el Ayuntamiento y amigos, aquí llega el problema. El de verdad. No se quiere poner el dinero, por múltiples razones, pero seguramente la más importante es porque, aunque no se ponga, no pasa nada.

Es por ese mismo motivo por el que el lamentable papel que está haciendo el gobierno municipal, en especial nuestra alcaldesa Ana González, no radica en plantear cambiar la estación de sitio, sino en que por un lado está guardando las espaldas de su partido tanto en Oviedo como en Madrid, lanzando volutas de humo para retrasar cualquier perspectiva de inversión cercana, como el hecho de cargarse el actual convenio, firmado en mayo de 2019, cuyo mayor mérito fue lograr que el Ministerio de Fomento, el Estado en definitiva, se comprometiese a poner dinero.

Por eso, a día de hoy, resulta preocupante leer las declaraciones de la alcaldesa señalando que esto se debe ver como una “obra de estado”. Claro, solo faltaba, empezando porque el ferrocarril es de competencia estatal y con ello toda la obra y siguiendo por que el convenio que ella rompe es lo que dejaba claro, que el Estado debía poner dinero.

Ante eso solo cabe asumir el abandono de nuestra ciudad o clamar por la indecente situación. Naturalmente yo opto por la segunda opción. Quizá lo logremos algún lustro de estos.

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