La remodelación del gobierno local acometida esta semana por la alcaldesa de Gijón, Ana González, tras la dimisión hace un mes de Alberto Ferrao como concejal persigue el objetivo confesado de darle un impulso al proyecto político de la coalición formada por el PSOE e Izquierda Unida cuando está a punto de llegar el ecuador de un mandato con muchos retos aún pendientes. El cambio, desvelado casi en su totalidad por LA NUEVA ESPAÑA, implica la creación de una macroconcejalía de Bienestar Social y Educación que tendrá que hacer frente a la profunda crisis desatada por la pandemia de coronavirus y, a la vez, promover acciones en favor de la conciliación laboral y familiar, mediante servicios como los comedores escolares o la ampliación de la red de escuelas infantiles. También supone la separación de las áreas de Urbanismo y Seguridad Ciudadana, hasta ahora en un mismo departamento demasiado heterogéneo, así como la concentración de la maltrecha participación ciudadana. Y pretende darle vigor a puntos clave del acuerdo firmado entre los dos socios que llevan las riendas de la ciudad, como la memoria histórica y la cooperación internacional. Esta reorganización no debería quedarse en un mero cambio estético y, sobre todo, no tendría que tapar que al Ayuntamiento le hace falta modernizar su estructura, al margen de los nombres que ocupen en un momento dado los puestos de responsabilidad.

La concejala Natalia González gana fuerza en el equipo de gobierno. Seguirá al frente de los servicios sociales, que han demostrado una tranquilizadora fortaleza en plena recesión, si bien a costa del trabajo a destajo de su personal. Y asumirá Educación en un momento de máxima complejidad en las escuelas y colegios públicos, sobre los que el Ayuntamiento tiene ciertas competencias, por la incidencia del virus en la docencia, tanto desde un punto de vista social como logístico. Dolores Patón emerge también con fuerza al hacerse cargo de un área relevante como Urbanismo, vital para el diseño de la ciudad del futuro y una importante vía de recaudación, y aglutinar todos los consejos de distrito, cauce a renovar para la participación ciudadana. El nuevo edil Manuel Ángel Vallina, un desconocido en política, se pondrá al frente de Cultura, con proyectos tan relevantes como Tabacalera sobre la mesa. Mientras que Salomé Díaz tratará de impulsar la memoria histórica, y Carmen Saras, la cooperación internacional.

Los cambios son un reconocimiento implícito por parte de la Alcaldesa de que algunos asuntos sustanciales andan escasos de fuelle. Y marcan un nuevo período en la Casa Consistorial cuando está a punto de abordar una de las transformaciones más significativas en décadas, con la absorción de los organismos autónomos (fundaciones municipales y patronato deportivo). Un proceso que tendría que ser solo el primer paso para una reconfiguración de todo el entramado municipal, que apenas ha cambiado desde finales de los años ochenta. Y que debe adaptarse cuanto antes a la realidad del siglo XXI, después de varios intentos frustrados, para ganar en eficiencia y en transparencia.