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Mar Norlander

Crítica / Música

Mar Norlander

Mucha hambre de rock

Dice el refrán que “a falta de pan buenas son tortas”, o en la versión asturiana “...buena ye boroña”. Y eso ha pasado en Gijón: había tanta hambre de rock y de escuchar a una banda al completo, con buenos decibelios, potentes distorsiones y músicos trotando por el escenario, que los madrileños “Sidecars” sonaban como si fueran los mismísimos “Rolling Stones” en sus buenos tiempos. Yo lo percibí así y el aforo casi al completo del teatro de la Laboral también. Pero la banda en cuestión no es ningún icono del rock, solo es un grupo resultón que no se sale del estereotipo de bandas surgidas en los últimos años y que no aporta nada nuevo.

La excusa era la presentación de “Ruido de fondo” y después de algún fastidioso aplazamiento “Sidecars” consiguió arrancar con un “Golpe de suerte” que sonó potente. La voz de Juancho –inevitable las comparativas con su hermano Leiva, misma tesitura y mismo estilo–, capitanea a una banda formada por sus colegas Gerbass (bajo) y Ruly (batería), junto con otros tres músicos que comparten gira para presentar su sexto álbum. Hay que decir que tiene mérito ofrecer una banda tan numerosa en estos tiempos porque con los aforos tan reducidos las cifras no cuadran igual, pero ahí están los seis músicos más todo el despliegue de técnicos y personal que conlleva una banda como esta.

Tras cantar uno de sus anteriores éxitos, “La Tormenta”, el público estaba entregado y dispuesto a escuchar el directo de las nuevas canciones, entre ellas “Looping Star” o “Galaxia” que se intercalaban con himnos clásicos como “Cuestión de Gravedad” o “Fuego cruzado”. También hubo ritmos más cercanos al funk y algún rock and roll al más puro estilo de Ariel Roth. La balada “Dinamita” ponía algún color diferente al aportar sonidos extraídos del steel guitar y del hammond. Y por primera vez en la gira, contaron con la presencia de Angie Sánchez para cantar mano a mano “Quién sabe”, tal y como se grabó en el disco.

Después de la potente “Garabatos”, con sonido denso, buenas distorsiones y abruptos cortes que le daban vida al tema, siguieron con algunas más blandengues a base de edulcoradas introducciones de piano, como “Los Amantes”.

El principio prometía y parecía que, por fin, íbamos a escuchar un buen solo de guitarra en “Fan de Tí”, pero ni en la introducción ni a mitad del tema pasó de los cuatro compases (otro tópico de este tipo de grupos). Una pena porque apuntaba maneras. Otro solo de guitarra salió de la Telecaster de Juancho en “Contra las cuerdas”, y esta vez sí fue largo, pero no pasó de ser más que postureo recorriendo escenario y laterales, sin llegar a decir nada. Aun así, como decía, había tantas ganas de escuchar rock que hasta los “bendings” más estereotipados “parecía” que sonaban como los de Brian May, y hasta el intercambio con el público de las típicas llamadas-respuestas recordaban al mismísimo Freddy Mercury en el Live Aid de 1985. En fin, todo un propósito.

Al fin y al cabo “Sidecars” es lo que es: una banda típica y tópica que sigue un patrón muy marcado y no se sale del guión ni un ápice. Pero funciona. Y esta vez mejor que nunca porque en un año de tanta sequía cualquier cliché más que masticado se siente como una absoluta novedad. El resultado es que el público se lo pasó estupendamente. Además, con experiencias como esta nos queda más que claro que la cultura es segura y si alguno de los presentes se contagió de covid-19 seguro que en el teatro de la Laboral no fue.

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