Que Monchu García haya echado a rodar su segunda candidatura para liderar el PSOE gijonés cuando faltan largos meses para las primarias demuestra que el sector que perdió por un puñado de votos en 2017 en contra de los vientos del “sanchismo” y los aires del SOMA no ha estado desarmado durante todo este tiempo ni se siente integrado en el proyecto que salió de aquel trepidante recuento en el Centro Municipal Pumarín Gijón Sur. Más bien se ha mantenido en un ensordecedor silencio. Esta facción, difícil de calibrar ahora pero que hace cuatro años representaba a una heterogénea mitad del partido, se ve heredera directa del socialismo que dominó sin pestañear durante décadas la ciudad. Y no está dispuesta a llamar a la puerta sino que se siente con el derecho y el deber de entrar, aunque sea tirándola abajo. La jugada es arriesgada porque inevitablemente provocará turbulencias, con un gobierno local de por medio.
