La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Isabel Menéndez Benavente

Tormenta de ideas

Isabel Menéndez Benavente

Levantar el estado de alarma

El espejismo de una vida arrebatada

Se ha levantado el estado de alarma. Lo que quiere decir que podemos, por fin, salir de este encierro en el que nos han tenido, sin poder en ocasiones abrazar a nuestros seres queridos, separados por las normas de seguridad que, para variar, son tan diferentes según en qué comunidad habites. Aislados, sin poder salir ni entrar, prácticamente desde el pasado otoño.

Ha sido mucho tiempo, muchos meses en los que la tristeza impregnó a muchas de las familias asturianas, que hemos sobrevivido esperando el final de este encierro, que por fin ha llegado. Y con ello, el miedo. Porque no podemos olvidarnos del verano pasado. De la llamada, del reclamo asturiano, que prometía a los turistas una región libre de covid, que hizo que nuestra región se llenara de turistas, que disfrutaban de su verano libre de virus, pero dejándonos los suyos, como hemos podido comprobar en el otoño que llegó con el tsunami de olas que nos asolaron. Por eso, no puedo evitar que ahora, que el optimismo ha dejado paso a una incertidumbre total y a una desconfianza absoluta ante la gestión de esta pandemia, el miedo se me clave en el alma y no me deje disfrutar del retazo de libertad que nos ofrecen. No tengo ganas de nada. No me apetece hacer nada. Creo que han podido con nosotros, o al menos conmigo. No quiero pensar en este verano porque no veo nada claro. No puedo evitar tener la incertidumbre, tan arraigada ahora en mi vida, que ha pasado de tener seguridad y paz, a estar siempre alerta, aunque el Gobierno haya decidido levantarla.

Sé que todos tenemos que estar más tranquilos porque la vacuna nos protege, pero esa vacuna no llega a mi alma. No llega a la pena que arrastro desde hace más de un año. No me devuelve los besos que no he dado, ni los abrazos que se han quedado para siempre vacíos. Un cariño que mis hijos y mis nietas no han podido recibir. Esa ilusión que he tenido siempre, los sueños que me resultan imprescindibles para seguir luchando, se han convertido en pesadillas Y no. No hay esperanza, porque entre todos me la han robado. Así que ya ven. Levantar el estado de alarma solo me deja moverme ahora que ya no me quedan ganas. Tengo claro que esto es solo un pequeño paso, pero no confío. Y es que levantar el estado de alarma es simplemente un espejismo de esa vida, que, a mí, como a todos, nos han arrebatado.

Compartir el artículo

stats