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Sariego

Nuevas epístolas a “Bilbo”

José Manuel Sariego

Bécquer sin golondrinas

Repaso a la obra y figura de un poeta vendido como lo que no fue

Hora va siendo de despojar a Gustavo Adolfo de oscuras e inaguantables golondrinas. Llevamos más de 100 años con la misma matraca: que si vuelven o no vuelven los dichosos pajarracos a anidar en nuestros balcones. Siempre la misma serenata. Desde la mohosa “Enciclopedia Álvarez” y florilegios varios; desde las cursis declamaciones de maestros y maestras; desde pupitres carcomidos a punta de navaja; desde púlpitos temibles; desde los asquerosos grumos de la leche en polvo; desde la cuna.

“Todo estaba orientado a ofrecernos esa imagen idealizada del poeta huérfano, sin recursos económicos, enfermo, etcétera. Así surge la leyenda del poeta romántico que incomprensiblemente ha perdurado hasta nuestros días, a pesar de que desde los comienzos del siglo XX iban apareciendo nuevos datos clarificadores sobre su vida y obra”.

La frase entrecomillada pertenece a “Bécquer. Obra completa”, un reciente y descomunal trabajo (tres tomazos de 750 páginas cada tomo) elaborado durante cinco años –se dice pronto–, donde recopila, anota, comenta, estudia críticamente y edita toda la producción becqueriana mi amigo de antiguo, desde nuestra etapa estudiantil en el seminario conciliar, Guillermo Suazo Pascual, profesor de lengua y literatura, oriundo de la provincia de Palencia, como un servidor, y residente, en la actualidad, en Talavera de la Reina.

Lo que, al modoso modo académico, dice mi amigo es que varias generaciones hemos sido estafadas, que se nos ha encasquetado a un Bécquer repulido, soñador, pobre, tuberculoso, desgraciado en el amor, poeta y punto en boca, falso de toda falsedad. Lo encasillaron, lo encastillaron en las marfileñas torres de una poesía pueril, cuando su exigua producción lírica fundamentó la poesía contemporánea. Leyendas, relatos, cartas de viajes y literarias, artículos de tema literario y artístico, textos periodísticos, costumbristas y políticos, piezas de teatro... componen una obra inmensamente más variada y rica que la que nos endosaron durante más de un siglo.

Atento a estos versos, “Bilbo”:

“¡Oh!, coño entre los coños escogido, / peluca entre pelucas bien rizada, / quien te metiera el instrumento erguido / y te dejara de joder cansada”.

Pues sí, no te nos escandalices. Encabezan un poema de Gustavo Adolfo Bécquer, a quien se atribuye también –aunque no parece suficientemente probada– la autoría, junto a su hermano dibujante, del turbador y pornográfico título de “Los Borbones en pelota”.

Una mano negra, esa que tergiversó la historia por intereses bastardos, esparció golondrinas disecadas en los aleros de nuestras mentes; la misma que capó al escritor fecundo, reduciéndolo a un juguete romántico, a escuálido poeta de arpas ñoñas, liras orientales y pupilas azules; la misma que esterilizó los sexos de varias generaciones lectoras desde cachorras. Qué te voy a contar a ti de castraciones.

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