Bienvenida sea la rehabilitación del kiosco de la música de Begoña, hecho trizas apenas seis años después de su reconstrucción a causa de la falta de miramientos de algunos y el escaso celo del Ayuntamiento en los cuidados. Su reforma es de por sí tranquilizadora incluso sin conocer el diseño definitivo porque a peor es imposible que vaya y porque su calamitosa presencia es un atentado contra el céntrico paseo que debería adornar. Aunque a los técnicos municipales les va a costar dar con la tecla del gusto popular sea como sea la nueva imagen de la estructura, recuperada con escaso acierto a principios de los noventa tras varias décadas de espera, debido a que tendrá que encajar en la estética circundante, que como poco se puede calificar de ecléctica.