El segundo verano del coronavirus llama a las puertas de Gijón con algunas certezas y unas cuantas dudas. Parece seguro que la ciudad vivirá un importante auge de visitantes durante los próximos meses, mayor incluso que el registrado durante el mismo periodo de 2020, según las previsiones que maneja el sector turístico, gracias sobre todo al avance del proceso de vacunación en toda España y el resto de Europa, que traerá aparejada la normalización de numerosas actividades. Pero el calendario lúdico y festivo aún es una incógnita debido a la tardanza del Principado en emitir una regulación, en contraste con la normativa ya desarrollada en otras regiones. Esta lentitud ha provocado ya que varias citas clásicas se hayan caído de la programación y que otras permanezcan a la espera de una mayor concreción por parte de las autoridades autonómicas. La consecuencia es un daño económico que se pudo haber evitado en no pocos casos. Como de sobra es sabido, nada espanta más al movimiento de dinero que la incertidumbre.

Completamente descartadas están a día de hoy las fiestas de prao en la zona rural del concejo. Las asociaciones de vecinos y otros colectivos encargados de la organización de estos eventos muy arraigados han ido anunciado desde el inicio de la primavera su cancelación de manera paulatina (la última parroquia en renunciar a sus celebraciones patronales fue Veriña, hace más de mes y medio). Muchos alegaron entonces que la falta de soporte jurídico hacía inviable una planificación. Hace dos días, el Principado dio a conocer una normativa que para muchos llega demasiado tarde porque no hay margen de maniobra. Tan solo algunos festejos de finales del verano podrían “rescatarse”, siempre en un formato reducido.

Menos clara está la propuesta municipal para la Semana Grande gijonesa un año después de que se optara por la organización de pequeños actos diseminados por toda la ciudad. El empresario taurino de El Bibio sigue a la espera de conocer los requisitos para ofrecer corridas, que ya ha celebrado en otras localidades, y el gobierno local tampoco ha podido concretar si habrá algún espectáculo alternativo a los fuegos artificiales en la víspera del día de Begoña, aunque sí están totalmente excluidos los grandes conciertos. Esta ausencia de criterios también se ha llevado por delante algunos certámenes de promotores privados, como el Tsunami. Otros sobrevivirán con medidas similares a las de hace un año.

Pero, más allá de las peculiaridades de cada cita, queda la sensación generalizada de que la indecisión y la tardanza de la Administración regional, quizá con un toque de voluntariedad, han dado al traste con demasiadas iniciativas. Una cosa es la prudencia, y otra bien distinta, la inacción.