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Isabel Menéndez Benavente

Tormenta de ideas

Isabel Menéndez Benavente

Pandemia

Los niños colapsan las urgencias

Son los grandes olvidados. Lo han sido siempre. Son, desde luego, mi prioridad y mi objetivo ha sido siempre su felicidad, su salud mental. Cuando se hacen grandes campañas de maltrato, ellos no figuran, porque no votan y por tanto no son merecedores de la atención de nuestros dirigentes, siendo como son víctimas constantemente de la violencia física o psíquica de quienes los han engendrado.

Ahora ha sonado la alarma. Las urgencias se colapsan de niños y jóvenes que han llegado al límite. Adolescentes que se autolesionan o que castigan su cuerpo queriendo obtener el control sobre él, ahora que nadie tiene el control sobre nada, que se abandonan y dejan de alimentarse en un intento desesperado por buscar una salida. Jóvenes, casi niños que se refugian en cualquier cosa, sustancias o pantallas, que les haga escapar de una realidad que no pueden entender, o que simplemente intentan acabar con todo, mientras le cuentan al psiquiatra de guardia que no quieren seguir. Niños que tienen miedo a salir a la calle, que lloran por la noche con el pensamiento obsesivo de que quizás se muera su padre o su madre, o que sin saber por qué empiezan un día a tener algo aquí dentro, es como una pena, Isabel, como algo que me aprieta el corazón, que no me deja respirar. Y padres angustiados pidiendo ayuda.

Una ayuda que va a tardar en llegar, y que ahora mismo solo se pueden permitir los que tienen medios para ello, porque nuestra sanidad, esta que es la mejor de Europa, no tiene en cuenta en absoluto la salud mental de los niños y de los adolescentes. No he visto a nadie exigir un plan de emergencia para ayudar a una población que está sufriendo y que arrastrará secuelas importantes que se derivan de una pandemia que se ha llevado no solo miles de vidas, sino también el equilibrio de muchos de nuestros niños. Las cifras son escalofriantes y eran de esperar. Llevamos mucho tiempo advirtiéndolo, viendo que las consecuencias de esta tragedia serían mucho más importantes en la población infantil. Las urgencias psiquiátricas en pediatría y psiquiatría se disparan y han sufrido un aumento del 50%. Y es que la pena no se ve en una radiografía, la angustia no se detecta en una resonancia, las lágrimas pasan inadvertidas…

Porque nadie nos ha informado, ni formado como padres para detectar señales de alarma, porque nos han enseñado a tener miedo al contagio y llevar hasta el extremo las medidas de protección ante el virus, y no nos han advertido de que nuestro miedo es contagioso, que nuestros niños no se pueden comunicar igual que antes porque no entienden nuestras emociones, porque no ven nuestra sonrisa, ni pueden abrazar a quienes quieren, porque por ser niños no tienen los recursos para enfrentarse a esta nueva pandemia. La de la salud mental, la de su equilibrio, ese que se ha roto en todos estos meses. Ahora nos toca a nosotros, los adultos, recomponer los pedazos. Y necesitamos ayuda.

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