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La catástrofe del deporte base

Sobre el impacto de la pandemia en los niños y niñas deportistas

“Los obstáculos no tienen que frenarte. Si te encuentras con una pared, no das la vuelta y abandonas. Encuentras la manera de subir a ella, pasar a través de ella o rodearla”. Michael Jordan.

Cuántas veces hemos escuchado la historia de un deportista del que se dice; “prometía mucho, pero una lesión de pequeño cortó su trayectoria”. A todos nuestros jóvenes deportistas, se les han acumulado dos roturas consecutivas de ligamentos cruzados y ahora hay que trabajar en una difícil recuperación.

Cuando un 12 de marzo de 2020 se decretaba el estado de alarma y el confinamiento domiciliario, Gijón contaba con una de las mejores estructuras de deporte base que puede contar una ciudad. El espectáculo que suponía para un amante del deporte, un sábado por la mañana, era soberbio; desde las pistas de la Universidad Laboral en el este, hasta los campos de la Cruz o El Lauredal en el oeste, podíamos ver el trajín de niños y niñas, a nadar, con kimonos, raquetas, sticks, balonmano, baloncesto, fútbol, vóley, ciclismo, cross… Sobre todo esto cayó una espesa niebla que ahora está empezando a disiparse.

Sabemos que, desde septiembre, los empleados del Patronato Deportivo Municipal (PDM), vocacionales del deporte se han roto la cabeza por poder volver a arrancar las escuelas deportivas, pero se consiguió a muy bajo nivel. El muro de la consejería de Salud ha sido insalvable. Tan solo han podido organizar algunas unidades, en unos pocos colegios y en la Feria de Muestras.

Los directivos de los clubes, desesperados, vieron desaparecer el sentido de su existencia, sin la actividad y sin equipos, no pueden mantener sus estructuras y su futuro se puso en riesgo.

Los técnicos se las ingeniaron con juegos malabares, para mantener motivados a jóvenes que sin la competición no encuentran sentido a tanto sacrificio.

Las federaciones intentaban salir de la parálisis creada, pero necesitan imaginación para salvar las restricciones, a última hora se consiguió organizar unos Juegos deportivos “light” y unas eliminatorias de fin de semana para decidir los representantes en los campeonatos nacionales sobre la bocina se salvó un futuro que se presentaba muy negro.

Los niños y niñas, sin duda, han pagando el pato. En primer lugar, la carencia de los simples beneficios físicos del deporte, en cuanto prevención de la obesidad, correcto desarrollo y mejora en la salud de las personas. Pero hablamos también salud mental, de una infancia con problemas de socialización, en unos tiempos en que ya no existe “la calle”, de adicción a los vídeos juegos, de tristeza, de perdida de la autoestima y de un largo etcétera. Estos días nos alarmaba la noticia de cómo se habían disparado las urgencias de Psiquiatría pediátrica. No es difícil atar cabos.

Antes de la pandemia ya existía un grave problema de abandono de la actividad deportiva, especialmente en las adolescentes. Hoy este problema se ha acrecentado exponencialmente.

Es obligatorio una reflexión sobre la situación de desigualdad provocada, ya que; algunos colegios han seguido con sus actividades deportivas, aquellos cuyos directores han considerado que sería tan inconcebible dejar a los niños sin deporte como dejarlos sin matemáticas. Han sido los menos. También algunos colegios concertados en los que la mera cuestión crematística ha influido, a la hora de ofrecer el deporte a sus alumnos.

El resultado de lo anterior es que un niño o niña que en marzo del 2020 estaba feliz haciendo deporte, si el director de su colegio decidió no asumir la reanudación de la practica deportiva, o no tiene nivel económico para ir a un colegio concertado, o no es socio de un club ha estado un año y medio sin hacer deporte. La vuelta va a ser muy difícil, con niños acomodados al sedentarismo.

La consejera de Cultura, Política Llinguística y Turismo (tenemos que rebuscar dentro para encontrar la Dirección General de Deporte), una afamada poetisa en bable; decía un poco sorprendida: “bueno se puede entrenar, ¿que problema hay?”. En primer lugar, muchos, ni tan siquiera pudieron entrenar. En segundo lugar, el deporte sin competición, está incompleto, los deportistas necesitan la experiencia de la competición para completar su formación. Fue evidente que los destinos del deporte autonómico estaban en manos de una persona muy ajena a la realidad del mismo.

En todo este coctel envenenado para el deporte, estuvo ausente la directora general de Deportes, ese fue su estado natural “la ausencia”. Se hacía fotos con deportistas que consiguen algún logro, pero su misión era cuidar el jardín del deporte base cuidar. La foto la tiene hoy, pero sin el jardín ya no crece nada más. La posición del deporte fue ninguneada y su responsable se acomodó a ello.

Esta va a ser una de las pruebas mas duras para el deporte asturiano, han salido a la luz todas sus carencias, el nivel de importancia que le dan los dirigentes, es el de una dirección general de tercera, está ausente de la educación primaria, dejándolo poco menos que como una actividad lúdica voluntaria, para muchos padres solo es un “aparcadero” de sus hijos por unas horas…

Ahora se atisba una pequeña luz, el enfermo sale de la UVI, pero va a necesitar cuidados, ponerse manos a la obra, promocionar y promover la práctica deportiva, buscar ayudas para los clubs y las competiciones, recuperar a los jóvenes que hemos perdido. Ardua labor cuando no estamos seguros de si hay alguien al mando.

A pesar de todo esto, tenemos la obligación de seguir luchando; por nuestros jóvenes, por la reanudación de las competiciones sin miedo, por prepararnos para la vuelta sin perder a nadie. Debemos estar convencidos que un mundo de jóvenes deportistas será un mundo mucho mejor.

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