La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Otra vez toros, maldita sea

Tras la pausa del pasado año, vuelven la tortura de animales y la sangre al Bibio

Tiene que haber taurinos en Gijón como tiene que haber Comadres, son de esas cosas que las sociedades organizadas tenemos que soportar para que se pueda decir que hay de todo, que la cosa está adecuadamente vertebrada y que somos un modelo de convivencia ciudadana. Dejemos de momento tranquilas a las furibundas Comadres que en todo se meten para mirar un poco eso de la afición a la masacre de animales como regocijo público.

Afortunadamente, quedan pocos aficionados, aunque latosos. Como ya se han dado cuenta que deleitarse con el sangriento espectáculo de las corridas de toros no es muy vendible en sociedad y que se trata de una afición en franca retirada que, vista desde muchos países es tomada como una característica incivilizada de nuestro país, como espeluzna, por ejemplo, el que en la China se coman perros. Por eso, últimamente se incide en dos tipos de argumentos: el biológico y el económico.

Desde el punto de vista biológico se pone muy de manifiesto que, de no existir la aberración taurina, se extinguiría la variedad bovina de la especie brava, variedades tan artificiales, al ser de crianza y fruto de cruces de diversos encastes, que tiene que ver tanto con una subespecie animal como una esfera de cristal con un cántaro de vino. No pasaría nada: hay tanto ganado vacuno en el mundo que la desaparición de la variante de lidia no significaría drama alguno.

Respecto al asunto económico y social, hay también bastante tela que cortar. Se dice que los festejos de toros son creadores de riqueza y que fomentan el turismo. Respecto a esto último, ahí tenemos el ejemplo de Barcelona: desde la prohibición de los toros no ha bajado el flujo turístico allí, sólo tocado por la pandemia como al resto de los lugares turísticos.

En el caso particular de Gijón, si se suprimieran los toros no pasaría absolutamente nada. Con lo que obtiene el Ayuntamiento por el pliego de los toros no tiene ni para pagar lo que gasta en tinta para las impresoras. Hemos tenido que escuchar, no ya a los aficionados a la sangre sino hasta algún concejal, que el canon del Bibio es una importante fuente de ingresos para el consistorio y decirlo sin ponerse colorado.

Con tres miserables espectáculos, ya se nos dirá cuáles serán esas supuestas ventajas económicas para esta villa marinera. En definitiva, asistir a la lidia de toros es costumbre muy minoritaria entre nosotros y el público que pueda llegar hasta aquí, atraído por lo que una plaza de segunda pueda ofrecer durante tres días viene a ser una cantidad ridícula. Mientras siga habiendo toros en Gijón, no podremos decir que es una ciudad culta.

Compartir el artículo

stats