Los cristianos nos reunimos los domingos en la eucaristía para celebrar la fe, para madurarla, para conocerla, para vivirla mejor. Se trata de ponernos delante de Dios en medio de nuestros hermanos, de modo que esa fe en Jesucristo no nos aleje de la vida ordinaria.
En muchos ambientes cristianos y paganos se piensa que “Dios está dormido” o ausente. Y que a la Iglesia le queda poco, “que se hunde”. Por eso Jesús en el evangelio de este domingo lanza un duro reproche a los discípulos, y a ti y a mí, donde nos acusa de falta de fe. Tenemos que reconocer que nos falta fe, trato con Jesús, que somos muy buenos teóricos de la fe, que le cambiaríamos algunas cosas del evangelio…así de sencillo, que no vivimos de fe.
Ahí siguen los vientos contrarios de la guerra, del hambre, de las injusticias, de las contrariedades, donde casi siempre claudicamos. Y es que la fe cristiana no es un cómodo sillón para dormir o un tranquilizante de conciencia. La fe es amistad con Jesús, atención a los demás, pasión por un mundo mejor. Pero, ¿la vivimos así tú y yo?
