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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Ambición por manejar

Muchos años en los que no gobiernan en la ciudad las ideas y sólo el afán de mandar

Va la gentil dama de Carbayonia, sin duda alguna hasta ahora la peor alcaldesa de la democracia que ha padecido esta villa marinera –y mira que su antecesora lo hizo mal con avaricia–, y planta en una entrevista en estos papeles que aspira a renovar tras las próximas locales, porque los normal es un periodo de ocho años. Pues aviados iríamos si un golpe electoral no lo remedia. He aquí otra demostración de que el mandamás provincial, que no ha sabido diferenciar entre ser un alcalde de pueblo al representante ordinario del Estado en este Principado nuestro, desprecia a Gijón con ganas. Sí, porque Adrián Barbón, además de cabeza del Gobierno regional es el primer secretario de la Federación Socialista Asturiana, es decir, el órgano que en última instancia decide sobre quién ha de encabezar la candidatura de la mayor ciudad de la tierrina. Por eso, cuando la inefable alcaldesa osa proponerse a sí misma como su propia sucesora es porque goza de la aquiescencia presidencial para ello, y la pretensión de imponernos a semejante ejemplar político indica, como queríamos demostrar, que el sitio a Gijón, decretado desde Suárez de la Riva por este moderno Enrique III, es palmario.

Es difícil pronosticar hacia dónde irán los votos de un Ciudadanos en pleno proceso de dilución, si al PP o hacia la ultraderecha, tanto como aventurar el tamaño de la caída de Podemos por el otro lado y si se le seguirá consintiendo a la IU asturiana seguir por libre o unirse a Unidas Podemos. Muchas variables estas y algunas otras más como para meternos ahora en el pantano de las artes adivinatorias. Por ahora, tan sólo conocemos la intención de la finísima dama de seguir y la confesión de que al final de este mandato no habrá estación ni plan de vías, ni dios que lo fundó. Y que tampoco está segura de qué hacer con el tránsito en el Muro. Es decir, salvo su ambición política, la nada: lo mismo que hemos padecido durante estos dos últimos años que, si los añadimos a los ocho anteriores de los que ahora reniegan de su fundador Álvarez–Cascos Fernández, suman ya diez.

Es muy triste que una potente formación por estribor, como el socialismo local, que significó una fuente de iniciativas singulares y esenciales para la buena marcha de la villa y su concejo, haya quedado políticamente arrastrada por los mismos suelos que una formación residual de una derecha caciquil y desgajada de su rama principal, el PP, para seguir la inconmensurable ambición de un personaje atrabiliario y nefasto. Se cumple una docena de años de que no hay por aquí equipos políticos al mando, sólo ambiciones.

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