La consejera de Bienestar Social demostró hace tres días en la Junta General una insospechada habilidad dialéctica para jugar al escondite al asegurar que la paralización de la matrícula en las cuatro guarderías que son de su incumbencia (dos de ellas en Gijón, una en Oviedo y otra en Avilés) se debe a la urgente necesidad de hacer obras. Como no especificó en qué consistirán esos trabajos ni tampoco aclaró por qué se tienen que iniciar de buenas a primeras en todos los centros a la vez, algunos andan ya con la mosca detrás de la oreja, temiéndose un cierre con anestesia en dos o tres de cursos. Asunto grave porque este servicio acoge ahora a 70 niños en Roces y a 50 en Pumarín, barrios donde las posibilidades de conciliar para centenares de familias tienden a cero.
