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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

La XXXIV

Otra “Semana negra”, ya una tradición del verano ciudadano que vuelve por sus fueros

Se nos han venido arriba los cuatro admiradores de aquel funesto alcalde que fue José Manuel Palacio, que tan rana le saliera al socialismo local, y ya andan homenajeando al finado tras la injusta dedicatoria de una importante avenida a su figura. Ocho años prácticamente de parón en la ciudad. Tantos que sus compañeros se vieron obligados a cambiar de locomotora para esta villa marinera. Eligieron a Tini Areces y, a la segunda, acertaron de pleno: la ciudad tomó velocidad y todavía hoy vive de aquellas rentas. Hoy, tras dos años de mandato, como ya quedó dicho por aquí, los socialistas sólo podrán enseñar una fuente arreglada. Eso y los desmanes de la incrustación comunista del alcaldín Aurelio. El error político es tan descomunal que sus monumentales fallos se los comerán los del PSOE local, incapaz, y ni ganas de otra cosa, el público de ponerse a realizar finas distinciones entre el grano de IU del resto del gobierno consistorial socialista. Nadie se atreve a llevarle la contraria a la atrabiliaria y fina dama de Carbayonia al mando del cotarro.

Ya estamos en el inicio de otra “Semana negra”, concretamente en su XXXIV edición, y parece mentira. Conocida es la vinculación emocional de uno para con este festival internacional que es, precisamente, uno de los monumentos en acción de la época arecista. Esa historia está escrita y mil veces contada. La cuestión sanitaria mantiene al evento en una situación diferente a su prístina esencia, pero sigue habiendo charlas y presentaciones. Ya se está en la calle el “Rufo” de Quique Herrero y habrá libros en las calles, es decir, se recuperan poco a poco las esencias. Este año se ha vuelto a un escenario del inicio de los noventa y esa casualidad es una muestra: la evolución del acontecimiento tras casi siete lustros transcurridos. Han sido prudentes los responsables del encuentro y evitado aquellas actividades que acumulan mayores aglomeraciones de público, aunque feriantes y hosteleros no se resignaron. En un caso, como el de las casetas chigreras ha imperado la prudencia, pero los feriantes, que inveteradamente han tratado de dar sus rodeos para la elusión de las normas comunes a todos, se la han metido doblada a la Autoridad Portuaria y se van al Naval Gijón con sus cacharritos. Extraña que el abúlico Ayuntamiento conceda la oportuna licencia, pero así de dejados son nuestros munícipes.

Saludemos que se mantenga una tradición y que haya unos organizadores que han sabido llevar a buen puerto, dentro de las dificultades, un acontecimiento cultural indispensable para la villa y su concejo. Un motivo de satisfacción colectiva.

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