La avenida del Molinón reabrió esta semana como una ampliación del parque Isabel la Católica tras un año y medio de intensa polémica política y vecinal y como resumen perfecto de la primera mitad del mandato municipal. Porque este eje, antes importante vía de salida de la ciudad y ahora convertido en senda, aúna buena parte de las políticas llevadas a cabo en este tiempo por el gobierno local de coalición del PSOE e Izquierda Unida: anteposición del peatón sobre el coche dentro de un nuevo modelo de movilidad, renaturalización de espacios urbanos y regeneración del entorno del curso bajo del río Piles. La propia alcaldesa, Ana González, hizo un alegato en favor de este nuevo paradigma durante la inauguración del espacio, poco antes de que centenares de gijoneses se lanzaran a recorrerlo. Aunque las primeras impresiones siguen dejando dos bloques de opinión bien diferenciados: muchos ciudadanos consideran un logro que las zonas verdes ganen terreno y otros alertan de que las restricciones al tráfico rodado implican importantes trastornos individuales y colectivos que pueden tener incluso un impacto negativo en la economía local. Esta segunda postura la defienden sin ambages buena parte de la oposición.

La reforma de la avenida ha tenido un coste de 969.000 euros (hay que sumar otros 145.000 de un modificado para la zona próxima a El Molinón que aún no ha terminado) y ha supuesto la creación de un área verde de 8.050 metros cuadrados, además de un camino central que ocupa 2.370 y de espacios para descansar que suman 1.270. Para su ejecución, se han empleado materiales reciclables y se ha diseñado un sistema que evita el envío de agua a las redes de saneamiento gracias a la permeabilidad de los terrenos. También se ha plantado arbolado y se ha instalado un sistema de iluminación de bajo consumo. Una transformación que corrió a cuenta de la Empresa Municipal de Aguas (EMA) debido a que se ligó con la próxima obra del pozo de tormentas del parque Hermanos Castro; decisión que ya de por sí generó una intensa polvareda política. Pero el principal reproche de parte de la oposición y de la ciudadanía tiene que ver con los cambios en el tráfico que esta peatonalización a gran escala implicará en toda la zona este, sumada a las limitaciones establecidas en el paseo del Muro. Un impacto que se deja notar ya desde hace tiempo en grandes arterias como las avenidas de Torcuato Fernández Miranda y de la Costa y que el Ayuntamiento deberá tomar en consideración con medidas paliativas que vayan más allá de la habilitación de un tercer carril en la avenida de Castilla. Y no cayendo en la mera negación.

Viendo el resultado final, sería tan obstinado negar que con la obra Gijón ha ganado un nuevo espacio de recreo apacible y una enorme zona verde que se suma a uno de sus mayores pulmones como omitir que este cambio ha generado desórdenes relevantes para miles de ciudadanos que usan el coche, en muchos casos, por obligación. Escuchar a todas las partes y conjugar intereses es el único camino para la mejor convivencia.