Ninguna victoria va a cambiar el saber estar, dentro y fuera de la pista, de Pablo Carreño. Pero el tenista forjado en esa fábrica de éxitos que es el Grupo Covadonga sí le ha dado un vuelco a la historia del deporte local al convertirse en el noveno medallista olímpico nacido en la ciudad y el primero en una categoría individual (sin contar el oro en tiro de Pedro Pidal en los albores del siglo XX, retirado tiempo después sin demasiadas explicaciones en una controvertida revisión del COI). Carismático por prudente, con una disciplina de hierro y una responsabilidad a prueba de bomba, el Ayuntamiento ya debe de estar pensando en el homenaje que le va a tributar, extensible a todos aquellos que han escrito el nombre de Gijón en la lista de la gloria eterna.
